jueves, 13 de enero de 2011

137º paso en el búnker




La ministra nos ilustra diciendo que cuando se prohibió fumar en los medios de transporte, la gente no dejó de viajar. A esta señora, que para paladear el poder necesita cambiar los hábitos de la gente, sean los que sean, sólo le diré que yo jamás me subí a un avión o a un autobús a fumar, pero sí solía entrar en los garitos a tomarme una copa mientras me fumaba un puro. Eran otros tiempos, cuando creía que se podía ser malo, que podía hacer cosas malas entre la niebla de nicotina y alquitrán, que podía conocer alguna mujer con tan aviesas intenciones a las mías con la complicidad del camarero de siempre. Ahora, esos lugares sagrados para mi fatalismo, son salas de lactantes, centros para jubiladas que juegan al subastado y gente hambrienta comiendo pinchos como si tuvieran vacíos los frigoríficos de casa. Por cierto, ¿a qué huelen ahora los bares? Huelen a humanidad, a sobaquera. Qué asco.