viernes, 16 de marzo de 2012

175º paso en el búnker



La nueva ley de la supervivencia premia a los que saben lidiar con el desconcierto que rige a la sociedad en general y a sus individuos como piezas mal dispuestas en el tablero actual. No hace falta ser un malvado ni un antropófago de vecinos temerosos y enjutos, solo estar preparado para tirar hacia adelante sin mirar a los lados, tal como hacen algunos conductores que nunca tienen un accidente pero provocan varios al día. Uno mira a su alrededor y no se atreve a tildarlos de agresivos o trepas. Me puede el buen corazón y la educación de dejar pasar primero al otro, y eso hoy en día implica que quizá no lleves el pan nuestro de cada día a tu mesa. Los pobres se esconden porque saben que si les cae encima el título, por mucho que se hable de solidaridad de cara al público y en las redes sociales ( con la palabra redes acertaron, redes de pesca), el estigma no te lo quitas ni con estropajo. Un menesteroso en la actualidad acude a comedores sociales con gafas oscuras, a casa de los suegros a merendar y llama a su tía-abuela para que le deje el traje del difunto para una entrevista de trabajo que no es trabajo, que solo es un experimento de la empresa que consiste en sondear cuántos hay esperando en la puerta para reemplazar a los que trabajan dentro. Un pobre hoy considera el alimento algo secundario, porque lo imprescindible es tener una dirección estable, un teléfono donde te localicen, conexión a internet 24 horas para estar ahí y mantener una apariencia digna que es la única forma de volver al carril de los que avanzan. Se aconseja desde diferentes instancias a los jóvenes para que se formen lo más posible porque eso les abrirá puertas. No es del todo cierto. Sí es verdad que tenemos la generación más titulada de la Historia, pero no por eso la más preparada. Mis lagunas de conocimiento respecto a personas de la generación anterior todavía me perturba, pero es que si me comparo con los nuevos universitarios deberían proponerme para el Nobel en al menos ocho disciplinas diferentes. Las puertas se abren porque se empujan y en ese empeño deben estar unidos empleadores y empleados. No consiste en ser emprendedor como si fueras un suicida, sino en el cambio paulatino pero imparable de marchas en el funcionamiento de un proyecto empresarial. Los empleadores están obligados a implicar a los empleados y compartir con ellos parte de los futuros beneficios en reinversión, y éstos a responsabilizarse de los éxitos y fracasos. Pero nada de esto funcionará si el campo de juego es un país cainita, dirigido por castas políticas que se deben a sus sectas-partidos antes que al resto de la población para la que trabajan y les paga. Y aquí llegó al gran problema de España. Cuando se habla de modelo de Estado es directamente un eufemismo que oculta una realidad: el poder desmesurado e incontrolable de los partidos políticos en la vida y funcionamiento de los ciudadanos, contaminándolo todo con sus debates artificiales identitarios, diferenciales, ideológicos, arruinando la iniciativa privada, alimentando el clientelismo y el peloteo de ventanilla, sumiendo a la sociedad en un miserable posición derrotista y subvencionada. Todo empresario ha de pasar por las "oficinas", toda persona con una idea se encontrará con el muro de la administración que le parará los pies: tú quién eres, a quién conoces. Y si opinas: facha tenías que ser, siendo progre qué se puede esperar. Sufrimos una administración politizada hasta la médula que salpica el día a día con tasas, normas, reglamentos y trámites. Y para eso, ni esta generación está preparada, ni lo estarán las futuras. Necesitamos buenos políticos. Ya sé que no es fácil. En mi opinión un buen político es como el buen siquiatra, alguien que su principal objetivo sea que no lo necesites para nada, deseoso de darte de alta. Pero estamos rodeados de malos políticos y de malos siquiatras que prolongan la patología del paciente porque de eso viven. Hace falta que el buen político haga muchos enemigos y que no tenga miedo de quemarse en el intento de cambiar las estructuras del país con visión a largo plazo. Alguien que no sea un visionario, pero que tenga un plan factible y ambicioso. Alguien que no dependa de la mafia partidista  ni de sus congresos de cuchillos largos, alguien con el aplomo para hacer y explicar, para exigir y entregarse por entero. No me sirve el Rey que asegura le quita el sueño pensar en los millones de parados, y todos somos testigos de que se duerme hasta de pie en los besamanos. No me sirve La Cospe que pretendía ponerle una Boutique al cónyuge para que estuviera entretenido y no la molestara con escenas de celos al llegar a casa. No me sirve ninguno de ellos porque han mamado todo lo que acabo de denunciar. Por supuesto, no me sirven los sindicatos que forman parte del engranaje que se ha demostrado fracasado. Rajoy tiene mayoría absoluta porque la mayoría de la población que votó quería darle carta blanca para que se convierta en un héroe, para que rompa y rasgue. Y lo primero que ha hecho es buscar la complicidad de Convergencia i Unio para que todo siga igual, pero peor. Estoy convencido que hay gente capaz, dispuesta a  inmolarse en la vida pública y permitir a la gente que se construya un futuro. Y me esforzaré por identificarlas en cuanto las vea.


2 comentarios:

Tbo dijo...

Si a mi también me quita el sueño..., la receta para el pueblo es la dormidina, el fútbol es un buen ejemplo. No hay muchos filósofos entre los políticos, sólo se preocupan de mantenerse en el sillón y cambiar esa cultura será harto difícil, tal y como están los tiempos. Vamos a ver...

pcbcarp dijo...

Don Luis, ha escrito Vd. todo un manifiesto, que suscribo de la cruz a la raya, que se decía antiguamente. Le tengo muy descuidado últimamente y voy a tener que volver por aquí más a menudo.