Desde un banco situado en la medianoche reparé en aquella
ventana. Los estores recogidos dejaban insinuarse a la luz del salón con una
calidez que disponía el espíritu a la nostalgia. La figura femenina se movió
acoplándose a su sombra y pude apreciar un rostro suave que se sentía a salvo.
Me subí el cuello del abrigo y me fui a toda prisa por miedo a que el futuro
inmediato me sorprendiera a la intemperie ejerciendo de mirón.
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