viernes, 18 de mayo de 2012

195º paso en el búnker.


La Mitad de los Cristales


Gracias a la crisis

Nos han adiestrado a ser galgos detrás de liebres inalcanzables. Ernesto toma cafés y fuma sin disfrutar, con los ojos pegados a la cristalera. Pesa sobre él una orden de alejamiento por acoso, pero sigue acechándola. Ella suele pasar a esa hora por allí, camino del naturista. Ella soporta sus cabronadas como si tuviera un gen mal adaptado. Cuando se enamoró aún no habían aflorado sus miserias. Luego fue tarde, y ahora necesita de leyes para quitárselo de encima. Pero no son suficientes para quien dar vueltas corriendo detrás de su presa es un deporte.  Ella pasa como acelerada, con zapato bajo y bolso mochila. Al verla, duda y suspira por los buenos tiempos, pero enseguida reacciona saliendo del bar a toda hostia. La sigue unos pasos, se abalanza sobre su espalda empuñando una navaja que acaba de extraer del bolsillo de la chaqueta. Ella en el último momento lo huele. El olor del odio que desprende el amor enfermizo. Se echa a un lado, contra los coches aparcados junto a la acera y esquiva la primera tarascada, y última, puesto que el agresor es agarrado fuertemente por el dueño del bar que había salido tras él por irse sin pagar. Están los tiempos muy achuchados para permitir gorrones.    

2 comentarios:

César dijo...

Qué sutil es la línea que separa el dramatismo del humor!

Luis Amézaga dijo...

Esa era la idea.