domingo, 27 de enero de 2013

214º paso en el búnker.



Una creación planificada o una evolución prolongada y tortuosa, no pueden equivocarse, ni veo a nadie capaz de enmendarles la plana con un argumento de Wassap. Veamos, somos criaturas con dos manos, solo con dos manos los más afortunados, y como todo el mundo sabe, en las reuniones sociales se necesita una de ellas para sostener la copa y la otra para el puro, o si eres fogoso pero antihumo, para dejarla caer sugerentemente sobre la rodilla de tu compañera. ¿Pero en qué manual viene que las manos han de estar de forma obligada enredando en las teclas de un jodido móvil? Estoy hasta los mismísimos cataplines y chispúm de que en cualquier acontecimiento que reúna a varias personas siempre haya unos cuantos que manoseen su aparato como si les fuera la vida en ello. Si dios y Darwin hubiesen querido que atendiésemos a esos cacharros con o sin motivo, descuidando la conversación con tus amigos presentes, nos habrían diseñado con al menos tres manos. Lo digo aquí, y lo llevaré a cabo sin dar más explicaciones la próxima vez que coincida con alguien que se ocupa de su smartphone sin que éste haya sonado con urgencia de ambulancia. Me levantaré y me iré, limpiando el polvo de mis zapatos.