martes, 2 de abril de 2013

221º paso en el búnker.



He acabado de leer "Manzana de vaho" de Juan Manuel Uría. He encontrado poesía reflexiva en primera persona, involucrándose por entero como fruto maduro que ya es. Su aliento transmite fuerza en el presente: "todo dura lo que dura el instante". Prosa poética, en ocasiones apenas una frase que dibuja un universo sugerido a breves pinceladas. Un escritor que de forma honesta duda y se replantea el hecho de escribir, crítico con el oficio: "Escribir es sustituir. Lo sabes". Y es que el silencio es el gran imán que atrae a cualquier escritor, también a Juan Manuel Uría. El silencio como objetivo. Como si escribir siempre fuera la demostración de un fracaso no del todo reconocido. El silencio que se encuentra en la lectura y no en la escritura. En "Manzana de vaho" también afloran los encuentros sencillos, las escenas rendidas, la infancia que se esfuma entre los dedos como niebla. Y fe, sí; una fe tan poderosa como el aguante de un puente en medio de la riada. Un puente de equilibrios entre la vida y la literatura que se van dejando paso para visitar la orilla contraria. En este libro descubrirán a un autor de "voluntad firme y página libre", "fiel al terco loco" y un poeta que hace poesía incluso en los espacios en blanco de un poema, estremeciéndose y estremeciendo mientras mira el crecimiento de un árbol. Recomiendo esta lectura y afrontar con valentía sus efectos.

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