miércoles, 29 de mayo de 2013

226º paso en el búnker.


La tormenta se disuelve como una onza de chocolate en la boca, deja lenguas de barro y la tarde ceñuda y rabiosa. Acaba por desvanecerse con una cínica sonrisa blanca en la cara, no dejando rastro de los sollozos que la crispaban. La ciudad suena otra vez a sí misma, con agujetas en todos sus músculos, asustada ante la virulencia irracional que la amedrenta y nos hace agachar la cabeza pegados a paredes y fachadas en busca de protección, como si fueran la caja torácica de un amuleto infalible.


jueves, 16 de mayo de 2013

225º paso en el búnker.


Desde mi observatorio bunkerizado.

Qué les hace pensar que es mejor para la especie humana la permanencia indefinida de los mismos individuos en lo que denominan inmortalidad o vida eterna, respecto al método con el que funcionamos ahora de continuo relevo de individuos en el cíclico proceso de vida y muerte.


¿Están pensando en lo más beneficioso para la Humanidad como especie o en el subjetivo interés de un grupo más o menos numeroso de individuos?


Cada generación vive tensionada entre el brazo que se alarga hacia la esperanza del futuro, y la nostalgia de una mirada dirigida hacia un más simple pasado.


Se incide mucho en el ignorante que se escandaliza con facilidad ante los nuevos retos de lo desconocido. Pero poco ante ese tipo de ignorante cada vez más habitual que aplaude de forma entusiasta cualquier cosa que no entiende.


En el siglo XIX nosotros éramos los no vivos. En el siglo XXII, los siete mil millones de personas que hoy habitamos el planeta, estaremos todos muertos. Eso no quita pujanza a la especie, la renueva.


El conocimiento conlleva responsabilidad y obligaciones.


Si le das perlas a un cerdo es porque esperas que el cerdo cambie su naturaleza, o porque ya no le otorgas a las perlas el valor que tenían. En cualquier caso el cerdo no tiene culpa de tu ficción elevada a ciencia.


El hecho de que hayamos inventado (y guardado dispuestos a usarlas en algún momento) armas suficientes para autodestruirnos, me hace pensar que se trata de un sistema de seguridad contra nosotros mismos y nuestro afán de perdurar por encima de otros criterios generales.




martes, 7 de mayo de 2013

223º paso en el búnker.



Mover las cosas de sitio. Movernos tras las cosas. Mudanzas. Vaciar los teatros que fueron escenario de actuaciones irregulares. Llenar otros nuevos con una presencia que no deja de ser la misma, aunque quizá consigamos engañar a los ojos que la miran. Cambiar la pintura del techo, jugar con los espacios, trasladarnos por el mapamundi en busca de una casilla que lleve nuestro nombre inscrito. A veces se logra  la resignación, el cansancio que viste siempre con pijama a rayas, y escucha la radio por las noches. Los trotamundos prefieren tener todas las fichas en la mano antes de elegir jugada, generalmente cuando ya es demasiado tarde para ganar. Los sedentarios apuestan antes de saber las posibilidades del juego. Luego les llega la nostalgia de lo que desconocen, de lo que pudo ser. Estar callado muchas veces es una obligación. Arrastrar cajas es un castigo del pasado. Enfrentarte a una nueva pared. Mientras. Durante. Nadie se mueve a la velocidad de la vida. En el ritmo está el secreto, en saber desplazarse y en estarse quieto.