La
tormenta se disuelve como una onza de chocolate en la boca, deja lenguas de
barro y la tarde ceñuda y rabiosa. Acaba por desvanecerse con una cínica
sonrisa blanca en la cara, no dejando rastro de los sollozos que la crispaban. La
ciudad suena otra vez a sí misma, con agujetas en todos sus músculos, asustada
ante la virulencia irracional que la amedrenta y nos hace agachar la cabeza
pegados a paredes y fachadas en busca de protección, como si fueran la caja
torácica de un amuleto infalible.
3 comentarios:
¡Qué preciosidad!
Gracias Anita.
Hola Luis No te tenia olvidado, solo aparcado... algunos problemas aquí y allá pero ya está todo casi bien.
Retomando la escritura.
me gusta lo que escribiste. Ya leeré mas de lo que has escrito Ya viene pronto el Otoño y luego el invierno donde el tiempo es más largo pero los días más cortos, pero donde el tedio da tiempo para todo, para leer escribir y volver a escribir Así pasan los años. Estoy llegando a mi invierno inevitable.
Miro atrás y me parece ayer cuando tuve mi primer hijo.
Abrazos,
Nina
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