martes, 13 de mayo de 2014

Musicalidad de los tejados. 247º paso en el búnker.


Qué mal debe andar el mundo de la edición poética cuando Adolfo Marchena, el mejor poeta de nuestra generación, no es conocido ni reconocido más que por una docena de privilegiados que hemos tenido la suerte de descubrir su literatura. Alguno quizá piense que exagero. Pero ni lo más mínimo. Si estás dispuesto a cambiar de opinión, no tienes más que sumergirte en la lectura de Musicalidad de los tejados o asomarte a su muro en Facebook para descubrir la capacidad de Marchena a la hora de provocar estados alterados y enriquecidos de conciencia. El plan nacional sobre drogas debería aconsejar la poesía de este autor. Los efectos que tiene en el lector atento son superiores a cualquier alucinógeno. Y cualquier efecto secundario es positivo. 

Marchena tiene un don para el verso. Natural y trabajado con los años, un don que si yo fuera editor no dejaría marchitar sin aprovecharme, y ofrecer a mis clientes-lectores como provecho. He pensado siempre que la poesía no sirve para nada, y que esa era su principal virtud. Sin embargo, esta poesía es imprescindible. Que no se nos escape este diamante en bruto entre tanta morralla. Si quedan avispados en el mundo editorial, y siendo consciente de la dificultad de vender "el producto poético", lo ficharía, y lo haría antes de que se canse y se calle para siempre.  

Los años entierran a uno en la creatividad
indecisa como masturbación de letras
y los signos en contubernio con tu alma
te convierten en ese solitario que solo
cohabita con el café de la mañana, si acaso,
con un amigo disfrazado de Miles Davis
que te corrige los poemas a última hora
y te dice: no es necesario el uso de los alam-
biques, salva tus versos antes que el alma.

A vista de pájaro una ciudad son sus tejados. A vista de poesía, una ciudad es ritmo. Musicalidad de los tejados tiene Poesía con mayúscula, y tiene ritmo. El mejor jazz que se ha interpretado con una pluma, la pluma magistral de Adolfo Marchena.

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