jueves, 16 de febrero de 2017

Condenado por la campana.



            Transformar los sonidos en sabores para comer esa maldita sinfonía que retumba en el muro que te une a un vecino más sordo que melómano, provoca en ti una mala digestión y evacuación diarreica. Uno puede llegar a odiar hasta la belleza si se la imponen. Pero salir a la calle no es una opción porque son tiempos de fiestas patronales y quien no golpea un tambor no siente el terruño en la sístole del corazón. Luego del jolgorio popular volverán los del martillo pilón, las grúas y las zanjas para mejorar nuestra calidad de vida con una red de hilos tramando algo bajo nuestros pies. No das con la sintonía del móvil que se amolde a la sensibilidad sonora actual. Todas están pensadas para desestabilizar provocando trastorno bipolar. El claxon de los coches se prueban a sí mismos que son símbolos viriles. No hay medida de tiempo más corta que aquella que va de un semáforo puesto en verde a un tonto al volante pitándote en el culo. Entras al cine, parece que un virus salvaje se propaga a través del aire acondicionado y causa una  avalancha de toses espasmódicas en los espectadores. Sales del cine y la gente necesita tiempo para adecuar la inflexión de su voz, que viene de estar sometida a la penumbra. La estridencia es un arma de destrucción invasiva. Probablemente por ello, no muchos hayan podido ver hasta el final la película del "Gran Silencio". Los monjes en su vida cotidiana deslizan sonidos que sólo ellos saben interpretar. Te sugestionan con sus movimientos rituales, con sus señales de hábito, y te invitan a una última cena sin brindis. Si no fuera porque del monasterio también se puede salir, harías los votos con los oídos tapados. La pobreza, teniendo para comer, vestir y dónde dormir, es al menos clase media. La castidad voluntaria siempre será mejor que la obligada. La obediencia hacia quien debe obediencia tampoco puede ser peor que tragar con los despotismos de un jefe de sección de estupidez contrastada. Y a cambio te ofrecen silencio, que aunque ellos lo llamen oración, no deja de ser un artículo difícil de conseguir incluso en la cumbre del Everest.


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