martes, 28 de febrero de 2017

Las tres manos.



            Una creación planificada o una evolución prolongada y tortuosa, no pueden equivocarse, ni veo a nadie capaz de enmendarles la plana con versos raperos. Veamos, somos criaturas con dos manos, solo con dos manos los más afortunados, y como todo el mundo sabe, en las reuniones sociales se necesita una de ellas para sostener la copa y la otra para el puro, o si eres fogoso pero antihumo, para dejarla caer seductoramente sobre la rodilla de tu acompañante. ¿Pero en qué manual viene que una o ambas manos han de estar de forma obligada enredando en las teclas de un aséptico móvil? Perplejo me quedo cuando veo que en cualquier acontecimiento social siempre hay unos cuantos que manosean su "aparato" como si les fuera la vida en ello. Si dios y Darwin hubieran querido que tuviésemos esos artilugios siempre entre las manos, con o sin motivo, descuidando la conversación con los amigos presentes, nos habrían diseñado con tres manos. Lo digo aquí, y lo llevaré a cabo sin dar más explicaciones: la próxima vez que coincida con alguien que se ocupe de su smartphone sin que éste haya sonado con urgencia de ambulancia, me levantaré y me iré, limpiando el polvo de mis zapatos. 


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