viernes, 24 de febrero de 2017

Tercera nube.



            Una casa en las nubes. El avión a su paso destroza el jardín. Por una de las ventanillas del aparato la muchacha observa a dos ancianos agitar los brazos como si fueran personal de tierra. Las nubes están sobrevaloradas y hay mucha especulación en el mercado de segunda vivienda. Todos aspiran a romper la gravedad sin necesidad de motores. El vértigo es para quienes miran hacia abajo. Los viejos plantan flores y aromas muy agradecidos esperando que otra nube superior las riegue. El calor llega como un disparo y la basura espacial  hace heridas en la nube, que se cura al instante con un poco de gasa. Los rayos se producen cuando en la marchita pareja chispean los ojos recordando su picardía. Los truenos son ronquidos del miedo a no despertar. Esta mañana han recibido un mensaje vía satélite para suscribirse al canal súper plus. Otro avión les levanta la nube unos cuantos palmos y les deja aturdidos en su sala de estar. Los pies flotando, porque a los viejos siempre les cuelgan los pies, como si ya estuvieran en la planta de arriba. Se abastecen de energía estelar, que es más barata en su carga nocturna. Mientras, el sol, esa estrella con fuegos de superioridad, trabaja a máximo rendimiento. Otro avión, otra mirada hacia el retiro.


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