sábado, 18 de marzo de 2017

Recta final.



            Un aviso eran las prolongadas sesiones de cama, los pasos lentos y remolcados que doblaban las alfombras y convertían el pequeño pasillo en un trayecto inacabable. Un aviso eran sus frases de inocencia recobrada, su risa infantil en medio de las arrugas, su memoria luminosa sobre los tiempos caducos. Su antigua vivacidad e inteligencia rápida habían declinado en lágrima fácil y dificultad para el entendimiento de las cosas prácticas. Un aviso era su hipersensibilidad hacia los gestos desdeñosos. El habitáculo, cuando ya no sirve a los intereses del inquilino, empuja a la mudanza. Avisos a los que no atiendes por estar sumido en el ritmo de las pretensiones. No está bien visto perder el tiempo deteniéndose a contemplar cómo se apaga una vela.


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