sábado, 25 de marzo de 2017

Rescatada.



            Desde la sartén crece el fuego lubricado por el averno de la apatía. Las llamas escalan las paredes devorando la bondad de la cocina. En un rincón tus ojos autistas no se inmutan, hipnotizados por las formas caprichosas del realismo artístico. No conoces el miedo a los elementos, solo el que provocan otros ojos. Tu cara se enciende, el fuego manda emisarios, gruñidos y humo antes de "parrillarte" la carne. Eres una niña excepcional que se queda quieta para darle más dramatismo a la escena. No lloras, no gritas, no pides auxilio, ni sales de tu quemazón interior. Piensas aguantar allí mientras dure el espectáculo, pero al final echan la puerta abajo, llenan de espuma la cocina y te alzan en brazos. No muestras alegría, ni agradecimiento de rescatada. Te da pena ver morir aquella fiera de mil cabezas que con rojas fauces ennegrece todo a mordiscos. No crees en nadie, pero eso no propicia que te dejen en paz. Eres ese agujero negro que no se aprecia aunque ahí estén sus efectos. Te dan un beso que no devuelves y buscas con la mirada la caja de cerillas.


No hay comentarios: