La luz de la piedra medieval canta
en directo a los siglos venideros. Ahí va tu vida ascendiendo con sudores a una
cumbre difusa, aficionada a los trucos de magia que aplaudimos porque nos gusta
el autoengaño más que a un médico de la SS dar de alta. Por la cuesta rueda el
tiempo que no existe y cae por la sima que no se abre. Un segundo, solo un
segundo solo, sin tildes, equiparando al solitario con los demás, largo porque
es único, no hay más que un segundo, piénsalo durante un segundo: ¿alguien oye
los dolores de su parto o los estertores de su muerte? Un segundo atemporal
como el vuelo de un cerdo o el ronquido de la escarola. Rueda por el cantón,
con la memoria escalonada, el segundo, tu segundo, nuestro segundo que es el
primero y el último, el único donde se funde el queso en el plato, tu vida en
el cantón, tu estómago repitiendo los cantares medievales, todo rueda menos la
rueda que gira durante un segundo. Has perdido el tiempo leyendo esto, has
perdido tu segundo y ahora es tarde, se acabó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario