Por la mañana cada uno de ellos
acude a su lugar de trabajo. Allí son considerados empleados competentes sin caer
en el vampirismo profesional. Los fines de semana comen en casa de la madre de
él. Son amenos en las fiestas, cultivan bonsáis y comparten la pasión por la
pintura. Ella le clava espinas de besugo en las uñas. El azota el interior de
sus muslos con un matamoscas. Ambos gozan de llevar sus cuerpos a límites no
convencionales. En el más allá del sexo se encontraron, se reconocieron, y
desde entonces no hay amantes más abnegados en el dolor. Ella muerde sus nalgas
hasta el coágulo. El le tira de la melena arrastrándola por el pasillo. Suelen
participar en tertulias sobre la nueva poética que se avecina, sin versos ni
temas tabú. Descubrieron Canadá en el viaje de novios, y les gusta repetir cada
vez que tienen unas semanas libres. Ella le atrapa los testículos con pinzas de
madera que acaba de tomar del tendedero. El suele comer espaguetis sobre su
bajo vientre. Ella le llama gusano después darle un beso de despedida en el que
él ha aprovechado para escupirle dentro de la boca. Tienen pensado adoptar una niña
china. Su vida social es hiperactiva y satisfactoria, sus amigos hablan
maravillas de ellos, pero ahora están planificando una vida más reposada y
familiar. Los años pasan y ellos no quieren tener hijos propios, prefieren
solventar la vida a alguien que ya está en el mundo. Les gusta el cine francés,
la música étnica, y el senderismo. Ella lo ata a una silla del jardín, luego
tirada en el césped ante sus ojos, se masturba con una ortiga. El, ya a media
tarde, se mete un bolígrafo bic con caperuza por el ano, mientras ella lo
observa y le tira agua helada por encima. El jueves pasado salieron de la
ciudad, por darse el gusto de contemplar un atardecer de la primavera recién
iniciada fuera del alcance de las luces artificiales. Ponen la equis en la
casilla de la Iglesia, votan a la izquierda y ningún año se pierden Eurovisión.
La semana que viene tienen apalabrada su presencia en una galería de arte donde
un amigo expone su nuevo trabajo inspirado en el paisaje de las alcantarillas,
en el submundo de la ciudad. Por la noche se abrazan y duermen casi el mismo
sueño. Su afinidad espiritual ha llegado a un punto que los demás envidian
hasta la urticaria. Es Nochebuena y están con toda la familia. Se esconden unos
momentos en el baño para que él le atrape los pezones con las pinzas de una
nécora. Ella le unta el pene con guindillas antes de llamar al perro. Son la
pareja perfecta.
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