Su locura, que fue diagnosticada en
el patio de vecinos, se limita a una desazón intelectual. Quiere saber quién es
su interlocutor cuando está solo. Esos diálogos tan fructíferos deben, según
él, tener protagonistas con nombre y
hasta apellido. Leer en un espejo es entenderlo todo al revés, así que debe
existir otra fuente de discurso que vaya más allá de la simetría. Mirar al
techo es como padecer una lluvia de folios en blanco. Debe haber alguien en las
réplicas, alguien que aparezca en los momentos de apertura mental, propia de
los niños o de los temerarios. Desconecta los aparatos de la casa por donde
puedan colarse extrañas energías, y se lanza a una prospección del campo
abonado. Encuentra cosas como esta: Los animales son lo que son, las plantas
son lo que son. Lo que somos los hombres depende de lo que pensemos que somos.
Es algo que había leído por ahí sin que dejara aparente huella. Ahora surgía
con fuerza cuando el maremagno de ideas comunes que sirven para funcionar,
había decaído. Un frontón que devuelve las pelotas cuando ya no las esperas;
ése puede ser su interlocutor. Quizá sea una estructura paralela que funciona
de forma autónoma a las circunstancias, pero respetando el paso del idiota.
Evolucionar hacia uno mismo. Una obra lo es tanto en la primera página como en
la última, aunque hasta el final no se comprenda en su totalidad. Los circuitos
que movilizan sus músculos están apagados. Ni rascarse puede. Escuchar al interlocutor
exige dedicación plena a todas las zonas del cerebro. La intensidad de estas
palabras-símbolo, palabras-imagen, no es comparable con ningún otro registro
lingüístico o experiencia vital. Van acompañadas de realidad profética y de
cambios profundos en el conocido como loco del barrio. Vive en una soledad
coral y no responde a preguntas sobre creencias. El sabe qué experimenta, y no
piensa dar carnaza al amarillismo filosófico. Han pasado las horas. El sueño le
vence. Vuelven a activarse zonas comunes combinando datos triviales y
componiendo escenas surrealistas en su fase onírica. Despierta y sigue con su
vida. Ahí va el loco, qué majo, hablando solo y buscando respuestas a preguntas
que nadie formula.
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