martes, 12 de febrero de 2019

Arco de seguridad.




Pasas por el arco de seguridad tras dejar tus pertenencias en una bandeja. No se fían. Somos muchos y el porcentaje de locos violentos aumenta en estos edificios. Coja número. Espere su turno. La persona parapetada tras el mostrador te pregunta por la razón que te lleva a molestarla. Los funcionarios de la Administración dan miedo. Ellos pueden ponerle un sello a tu condena, pueden rechazar el trámite a la felicidad. Le digo que mi padre ha muerto, que necesito un certificado de defunción. Me mira, me pide el carné. Me pregunta por el día de la muerte. Se lo digo y en el ordenador no sale, y si ahí no sale no estás muerto, que lo sepas. Me mira con atención, ¿no te habrás equivocado de fecha? Me hace dudar. Ellos siempre tienen razón. Reviso mi memoria. Creo que es ese día. Pues no me sale. Uyy, espera, me dice, que me he confundido al indicar el año. Sonríe. Maldita la gracia. Me da el certificado que oficializa la muerte del padre. Ya puedo irme. Otro será quien venga a solicitar mi certificado. La Administración escribe tu biografía de manera tan abreviada que ya eres polvo.



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