viernes, 3 de febrero de 2017

Nonagenaria



            Empezaron a sospechar de ella a la tercera asistente muerta en circunstancias no aclaradas. Una mujer de noventa años, enjuta, con grandes dificultades de movilidad, era increíble pudiera ejecutar un crimen así. Pero ahí estaban los números y las lápidas. Acudían a su casa las cuidadoras enviadas por servicios sociales, y al cabo de tres meses ya estaban oficiando un entierro en su memoria. Interrogaron a la anciana: qué ocurría, qué les daba a beber, y ella les hablaba de los bailes de su juventud escudándose en la senectud bondadosa. Después de presionarla, acabó declarando que la parca venía a visitarla periódicamente, y ella la convencía de que se llevara a una chica más joven y más apetecible para su mansión no registrada. La dejaron por imposible, pero ya ninguna asistente quiso seguir prestando el servicio. Ahora la anciana empuja su silla de ruedas hasta la escalera e invita a las vecinas a merendar cuando oye que los ladridos de los perros advierten de una visita fantasmal indeseable. A las vecinas, en cuanto entran en el recibidor, les explica enseñándoles la dentadura postiza, que existe un prodigioso y magnífico propósito para su presencia en este mundo, y que se estremece ante tamaña empresa. Les cuenta que la felicidad es saber marcharse, dejar sitio a otros en el momento adecuado. Mientras construye su discurso, les conduce a la cocina donde reposan con intención el café y las galletas.


jueves, 2 de febrero de 2017

Epilepsia



            Un viento rasposo se oye murmurar detrás de la oreja. Viaja envuelto en aros de humo. El elegido por la ruleta neuronal aguarda sumiso la bofetada, la convulsión irrefrenable. No ser dueño de uno mismo es una sensación difícil de interpretar. Ser inquilino al que le vienen a echar de casa no es plato de buen gusto. El maremoto se extiende por el cuerpo mientras el capitán, que ha abandonado el barco, mira desde la orilla con gesto desamparado.


miércoles, 1 de febrero de 2017

En la mina.



    Estalla la luz cuando los cascos abren grutas tierra adentro. Taconean la roca con flamenca tragedia. Desgajan brillos de joyero insolvente cuando los celos se desploman sobre sus cuerpos tiznados, casi enterrados en paz descansen. Viceversa, fuera espera la fiesta, o no espera, la salida del fruto negro cargado en vagones infernales hacia el siguiente anillo de cante hondo, de castañuelas en vasos de vino, con una luna descalza y unas mujeres que dejan el fatalismo para las madrugadas. Los dedos coquetean con la piel afligida de la guitarra. Viceversa, el mar no sabe del mito de las cavernas, de la caja de música que contiene los sueños de una niña que se balancea en la mecedora de la anciana. Viceversa, la historia de un pueblo espera silenciosa los eructos del dragón que traga y escupe su propia mierda. Más temprano que tarde llega el tributo, el duelo contenido, la sabiduría ratificada de que las cosas son así y ya está. Viceversa, la madre que te parió danza sobre el recuerdo del hijo, sobre un hoyo que nunca se cerrará del todo.


martes, 31 de enero de 2017

El verso como animal de compañía.



       Me regalaron un verso como animal de compañía, se orina por las baldosas y anhela atrapar al genio que sospecha se esconde en una botella de lejía. No rima, hace tiempo que mi verso no rima, y se esconde cuando llego a casa con los pulmones cargados de pena. Mi mascota no tiene nombre. Nunca me he visto en la necesidad de llamarlo. Se rasca arrimándose al rodapié. Cuando le enseño una hoja escrita pasa la lengua y deforma en geometrías extrañas la tinta. Su verso es cubista del párrafo justificado. No entiende de grandes obras que lo único que hacen es quitarle tiempo a la gente para que viva.


lunes, 30 de enero de 2017

El forastero





            Suena la misma música tañida de la misma forma: repetida, reiterada, rayada. Es como si los actos no quedaran fijados en nuestro diario y debiéramos frecuentarlos hasta darles vida con un mecanismo de piñón fijo. Así transcurren los festivos de esta cuadrilla de divorciados en un barrio que se alquila o se vende con desesperación. Por ello, cuando un matiz distorsiona el monótono encuadre, llama mucho la atención del que busca aventuras donde no las hay. Me fijé en él porque a su lado caminaba con el ritmo desnudo de las cuatro patas, un enorme perro con cabeza de faraón de arrabal. Los ojos del dueño parecían no estar acostumbrados a los espacios abiertos y sus andares hablaban de pasillos carcelarios y celdas milimétricamente medidas con pasos impotentes durante noches de rencor mal contenido. En la barra, un asiduo mequetrefe, ya pasado de copas, abordó al desconocido con la idea de iniciar una discusión absurda sobre un tema disparatado y apagar así el runrún de su opresiva semana en una cadena de montaje. Cuando apareces solo por primera vez en un sitio así, sin saberlo casi estás invitando a que el majadero de turno te importune. El ex presidiario -la primera impresión es la que queda aunque sea falsa- supo mantener la calma para no entrar al trapo de aquel imbécil. Cruzamos un par de miradas y supo que yo sabía. Me sonrió como si le doliera y luego se fijó un instante en sus propias zapatillas de deporte, como si ellas fueran a chivarse, a contar más de lo que debían. El tipo, nuevo en el barrio, nuevo en cualquier barrio, pudo haber aplastado de un manotazo a su molesto interlocutor y al resto de la parroquia que allí perdíamos el tiempo con unas cervezas, si nos hubiésemos puesto farrucos. Por un momento, pensé que nos sacaría el corazón, lo mordería y nos lo volvería a meter en el pecho como si fuera el logotipo de Apple. Pero quiso darse, darnos, una oportunidad más antes de tirar por la calle de en medio. Salió del local después de bosquejar una seca despedida en el aire y dejar unas monedas en la barra. Al llegar a la puerta se volvió hacia mí un instante y simuló un disparo con su dedo índice. El corpulento animal le siguió con una fidelidad que hacía que sintieras respeto por ese hombre que no volvió a aparecer por allí.  


domingo, 29 de enero de 2017

Dos lenguajes, dos lenguas.



            Mitad perro salvaje, mitad mujer asilvestrada. La cabeza se vuelve para morder los genitales que amenazan con engendrar criaturas inteligentes que expliquen la simbiosis. Animales de compañía que devoran las partes blandas, la casquería del amor. Las piernas se abren para recibir caricias que buscan flujos de sangre. Toby y Susana envueltos en un cuerpo que se prolonga hasta lo antinatural. La zoofilia en una habitación llena de abandonos. Un lenguaje de roncos gruñidos. Ella, a cuatro patas intenta rebajarse a la altura del instinto no educado, en busca de la carne que cubra sus anhelos insatisfechos por las robóticas relaciones humanas en redes de pesca social. Toby, alejado de su hábitat de campo abierto, se conforma con el desfogue entre cojines y cortinas. Susana se desprecia por la postura sumisa, pero sabe que el chucho no hablará. Lo anima a buscar el encaje, a seguir la ruta del líquido que habla del deseo desesperado. No hay fruto posible en la cópula de dos seres alejados en la trama evolutiva, aunque unidos por la soledad de un apartamento sin vistas al exterior. Susana necesita algo en sus entrañas, un ser vivo que la desee. Toby no juzga, sólo empuja siguiendo el impulso de la rojez. Ella queda derrengada sobre la alfombra, mientras Toby ya va en busca de su comida para perros en la cocina. Después de una ducha vergonzosa, Susana sacará a su animal de compañía a pasear por el barrio, sonreirá a los dueños de otros perros mientras sus bragas tapan el escenario de un crimen.



jueves, 19 de mayo de 2016

Esas pequeñas cosas.



 Fue a la guerra que se libraba en la cama de un metro y noventa centímetros. En la explanada de sábanas arrugadas tropezó con dos minas antipersonas, con esos malditos pies que no se corresponden con la pulcritud del resto de su cuerpo. Consideraba a dichos intrusos motivo inmediato de divorcio. Lo dejó allí tumbado, acariciándose los mandriles inquietos y pestilentes, mientras ella se levantó a escribir un poema de soldados hartos de la población civil, tan grosera, tan víctima propicia y colateral, tan abnegada en su fatal destino. Escribió sobre la guerra porque ya había perdido suficientes batallas para saber de qué hablaba. Su vida había transcurrido de oca en oca y tira porque le toca con todas las opciones de caer en la cárcel de la decepción.

El se dedica a la asesoría fiscal de ocho de la mañana a tres de la tarde. Ella trabaja de ocho a ocho en un centro comercial. Los hijos son de ella, la casa de ella, la fuerza de voluntad de ella, el amor de ella, "en qué piensas" de ella, depilarse de ella, estar estupenda de ella, las cuentas las cuadra ella, y él tiene esos pies, esos insoportables caireles y un sueño a prueba de terremotos.



jueves, 5 de febrero de 2015

253º paso en el búnker. El escritor del libro blanco.



La asociación de estudios universitarios de La Coruña ha sacado un libro de microrrelatos.

Colaboro con esta breve cápsula .


El escritor del libro blanco

            De escritor solo le quedaban unos cuantos documentos Word, algunos ISBN, una presentación en la Casa de Cultura, un prosaico divorcio cargado de dicterios literarios, y una autoestima por los suelos.
            Se hacía llamar Thomas Piketty. Y lo explicaba: "Si no elegimos nacer, muchas veces tampoco morir, al menos que podamos elegir el nombre". 
            Decidió cambiárselo, porque el suyo, adjudicado en una agrietada pila bautismal, era tan gris que le asustaba no llamarse nada. A qué abocaba ser Juan García, de los García de toda la vida. Pues eso.
            Piketty acudió a un concierto de jazz al aire libre. Su plan de esa noche se reducía a beber y follar, por ese orden. Pero aunque uno tenga planes, los demás por desgracia, también. Una muchacha se le acercó con timidez y le rozó el hombro. Ella quería caer bien.

            - El otro día hojeé un libro tuyo. Uno blanco.

            Thomas Piketty la miró con atención, intentando desenmascarar la retranca.

            - ¿Blanco, dices? No sé a qué te refieres.

            - Ay qué tonta, claro, habrás escrito varios y no te acordarás.

            - Sí, por ejemplo, el último que publiqué era negro.

             Nunca imaginó Piketty verse envuelto en un diálogo literario que se meciera entre libros blancos y negros. Sin decírselo, pensó que también había escrito uno de tapas amarillas y otro de tapas verdes. Pero ella ya había manifestado su predilección libresca hacia el blanco. No había vuelta atrás. No supo cómo seguir la conversación sin ser desagradable. Ella tampoco. Así que en ese punto lo dejaron.

            Mientras la vio alejarse, pensó en algo que suelen decir los imbéciles, que el carácter es el destino. Ignoran que modelar el carácter es la principal misión del destino.

lunes, 6 de octubre de 2014

252º paso en el búnker


La carne muerta pesa mucho a los vivos y nada al muerto. No llevo bien esa costumbre de las palabras en la muerte, ese panegírico insustancial, blasfemo, que solo pretende tranquilizar a los vivos respecto a su futuro sentenciado. No quiero palabras para mis muertos, no para los míos. Si queréis decir algo, lejos de aquí, no se os ocurra manchar sus cadáveres con vuestras glosas estúpidas, con vuestros epitafios de esquela barata. Ni se os pase por la mente hacer una sinopsis de sus vidas, un memorando de su existencia. Si tenéis recuerdos, ponedlos en duda, y callad delante mío, o habrá más muertos antes de tiempo.

martes, 1 de julio de 2014

251º paso en el búnker. El Artificio de la Realidad.


Quién es Agustin Medina. Quizá sea la equis a despejar en esta novela del escritor David Morán. Las visiones nublan la vista del protagonista de esta entrega narrativa de estilo surrealista. Un estilo que no está reñido con la intención del autor de exponer la realidad y sus artificios, tanto de la psicología de los personajes como de la situación estrambótica de una Tegucigalpa que se postula como escenario principal. Agustín Medina es un lunático profesor de secundaria que movido por una extraña angustia empieza a sufrir síntomas de todo tipo que no son de fácil diagnóstico. Qué es real, qué no lo es. La locura tiene un primer efecto terrible: el miedo de pensar que el suelo se te mueve bajo los pies. Pero ese estado de conciencia alterado le pone en contacto con ciertas verdades, con información privilegiada que se dice en el mundillo de los negocios, que son de vital importancia para la supervivencia en el planeta. Un elegido que no quiere serlo, un hombre que no aspiraba a un momento de gloria, se consagra. Volver de las visiones neurasténicas, tan extrañas como reveladoras, a la realidad de una Honduras caótica, agitada y espasmódica, no es menos surrealista. Así David Morán nos invita a este viaje de ida y vuelta repleto de sugerencias fantásticas y reflexiones reales, de divertimiento mordaz. Una novela ambiciosa que no defraudará a los amantes de la buena narrativa.

-¿Que sabes del Psicum?
- Nada en concreto, tan solo amamos teorías. A los vagabundos nos encanta hacerlo.


"Al finalizar la reunión Agustín se encerró en su dormitorio, tomó los harapos con los que vino para inspeccionarlos un poco, quiso revivir la travesía en aquella deshilachada textura; los olfateó para toparse, otra vez, con el indeseable tufo del olvido que siempre mancilló cualquier esperanza de credibilidad a su favor..."

Un nuevo título para la jugosa colección El Marsupial.

lunes, 9 de junio de 2014

250º paso en el búnker.

Fue un día extraño y enológico.













Los primeros calores me confunden.

Con las apariciones no se puede contar. Vienen cuando estás rascándote la nariz ajeno a todo pensamiento racional, y se van cuando más disfrutas de su compañía.




miércoles, 4 de junio de 2014

Entrevista a Juan Granados. 249º paso en el búnker



Entrevista a Juan Granados en la televisión gallega sobre Borbones y abdicaciones. Un verdadero placer escuchar a Juan, que nos cuenta la Historia con rigor y de manera didáctica y entretenida. Te pasarías escuchando durante horas. Os lo recomiendo. "La Historia no se repite pero es bastante circular".

Aquí el enlace al programa Foro Aberto.




lunes, 26 de mayo de 2014

Doble en las rocas. Letralia. 248º paso en el búnker.




Libro conmemorativo por los 18 años en el aire de Letralia, Tierra de Letras.

"Hay quien asegura que sólo ebrio es posible escribir; hay quien asegura que escribir ya es estar un poco ebrio. Son muchas las páginas que han sido escritas bajo efecto del alcohol —o sobre el tema del alcohol— y sería ocioso ponerse a contarlas. Pero no se puede negar la influencia que esas páginas han tenido sobre la literatura, y más, sobre la formación de nuestra cultura.

Letralia, Tierra de Letras, arriba a sus 18 años el 20 de mayo de 2014 con su edición Nº 300, un hito doble que amerita una celebración doble. La mayoría de edad ha animado a la revista de los escritores hispanoamericanos en Internet a irse de bares con sus amigos, y es por eso que este libro conmemorativo es sobre la ebriedad y sus alrededores literarios. Una celebración doble en las rocas.

El alcohol como combustible para el amor y para la literatura, el escritor tambaleante que vive en un permanente coctel de realidad y ficción, el ambiente confuso de las tabernas de las que ha salido la literatura universal y, cómo no, los grandes maestros de las letras y las copas, son las bebidas que para este libro han preparado 38 de nuestros autores con licores de Argentina, Colombia, Costa Rica, España, México, Nicaragua, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela".

Pasen y sírvanse. Salud.

Jorge Gómez Jiménez

Barman editor

Visión del libro y descarga de "Doble en las Rocas".



Mi colaboración con este libro: Diálogo en barra.

martes, 13 de mayo de 2014

Musicalidad de los tejados. 247º paso en el búnker.


Qué mal debe andar el mundo de la edición poética cuando Adolfo Marchena, el mejor poeta de nuestra generación, no es conocido ni reconocido más que por una docena de privilegiados que hemos tenido la suerte de descubrir su literatura. Alguno quizá piense que exagero. Pero ni lo más mínimo. Si estás dispuesto a cambiar de opinión, no tienes más que sumergirte en la lectura de Musicalidad de los tejados o asomarte a su muro en Facebook para descubrir la capacidad de Marchena a la hora de provocar estados alterados y enriquecidos de conciencia. El plan nacional sobre drogas debería aconsejar la poesía de este autor. Los efectos que tiene en el lector atento son superiores a cualquier alucinógeno. Y cualquier efecto secundario es positivo. 

Marchena tiene un don para el verso. Natural y trabajado con los años, un don que si yo fuera editor no dejaría marchitar sin aprovecharme, y ofrecer a mis clientes-lectores como provecho. He pensado siempre que la poesía no sirve para nada, y que esa era su principal virtud. Sin embargo, esta poesía es imprescindible. Que no se nos escape este diamante en bruto entre tanta morralla. Si quedan avispados en el mundo editorial, y siendo consciente de la dificultad de vender "el producto poético", lo ficharía, y lo haría antes de que se canse y se calle para siempre.  

Los años entierran a uno en la creatividad
indecisa como masturbación de letras
y los signos en contubernio con tu alma
te convierten en ese solitario que solo
cohabita con el café de la mañana, si acaso,
con un amigo disfrazado de Miles Davis
que te corrige los poemas a última hora
y te dice: no es necesario el uso de los alam-
biques, salva tus versos antes que el alma.

A vista de pájaro una ciudad son sus tejados. A vista de poesía, una ciudad es ritmo. Musicalidad de los tejados tiene Poesía con mayúscula, y tiene ritmo. El mejor jazz que se ha interpretado con una pluma, la pluma magistral de Adolfo Marchena.

viernes, 2 de mayo de 2014

246º paso en el búnker.


La revista  Agitadoras nos ofrece su Nº 53. Mayo 2014.

Secciones:

- Miscelánea
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- Literatura
- Creación

Algo he dejado escrito en este número. "Tres ángulos de una escena".