martes, 31 de enero de 2017

El verso como animal de compañía.



       Me regalaron un verso como animal de compañía, se orina por las baldosas y anhela atrapar al genio que sospecha se esconde en una botella de lejía. No rima, hace tiempo que mi verso no rima, y se esconde cuando llego a casa con los pulmones cargados de pena. Mi mascota no tiene nombre. Nunca me he visto en la necesidad de llamarlo. Se rasca arrimándose al rodapié. Cuando le enseño una hoja escrita pasa la lengua y deforma en geometrías extrañas la tinta. Su verso es cubista del párrafo justificado. No entiende de grandes obras que lo único que hacen es quitarle tiempo a la gente para que viva.


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