El alterne ya no es para mí. El cuerpo ha dicho basta a una actividad social que me mantenía con pulso. Antes me bebía hasta los sólidos. Ahora me tomo un corto de cerveza con limón, me siento en una mesa, ojeo el Marca y veo pasar a las cuadrillas que beben a la velocidad de la luz. Escucho sus chanzas, sus comentarios penetrantes, sus indirectas al mentón, sus cachetadas, sus agudezas, sus detalles costumbristas, su vida a borbotones, y suspiro como un viejo que sabe está de comentarista de historias que no vivirá. Un viejo de edad joven que sueña con cultivar infinitivos como toda aventura significativa. Un viejo que ha descubierto que de noche todos los campos son pardos y aterradores. Un viejo de edad joven que amanece cuando amanece, y a veces antes, como nervioso, como si tuviera algo que hacer.
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