Escribir es abrir una herida que estaba cicatrizando, es no dejar en paz el pasado e inventarse el futuro. Escribir es de necios. Sí, sé que me he llamado necio. No me arrepiento. Es una adicción como otra cualquiera, aunque sea la más dañina de todas. Porque al leer nos predisponemos a creer, como quien asiste a un truco de magia y desea ser engañado para disfrutar de un placer efímero y fraudulento. El amor no quiere a quien lo escribe. El amor desprecia a quien lo cita. El amor prescinde hasta del que ama. El que escribe nada sabe del amor, pero convence a quienes le leen de que es así o asao. Escribir las últimas voluntades es querer imponer tu voluntad. Escribir poemas es hacer malabares con las emociones. Narrar es apostar por una doble vida cuando ni siquiera sabes vivir una. Escribir el punto final resulta muy complicado para los charlatanes. No somos, pero nos hacemos la ilusión de ser con las sombras chinescas.
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