"La relación" está dividido en capítulos, pequeños
ensayos que pueden leerse de forma individual, aunque sería aconsejable
hincarle el diente a la pieza entera y por su orden porque mantiene un tono de
esfuerzo que es muy aconsejable para los músculos. Parece que el autor guarda
siempre un pensamiento sorpresa para la siguiente línea, un pensamiento que
calla, o que te deja mudo, un pensamiento que te insta a seguir leyendo hasta que
descubras la llave que abre todas las puertas. En este lado de la galaxia se
escribe así. Por ejemplo, si ustedes discuten si en España la gente es en su
mayoría o no de confesión católica, el autor le abofeteará afirmando
que el
catolicismo es España y lo explica. De Buñol al cielo.
Con el libro
"La relación" creo que he superado mi récord de lectura
delante de la pantalla: más de setenta páginas de tirón. Y el resto en la
siguiente tanda. Y es que cuando acababa de leer un párrafo o un capítulo en el
que me había visto interpelado, en el que se me exigía reflexión y autocrítica,
de manera masoquista buscaba más, como si la exigencia se quisiera superar a sí
misma. Tengan cuidado, porque si dan de comer al espíritu, éste se vuelve
insaciable. No hay frivolidad en este trabajo, ni una sola línea inconsistente.
Hay una guerra cruenta y se desarrolla en el campo del lenguaje. Perded la
guerra del lenguaje y os habréis perdido para siempre. Sí hay anécdota, que
nace del conocimiento y la experiencia individual para subirse a la noria
universal. No por casualidad uno de los capítulos está encabezado así: "Pensar
localmente para influir globalmente". Pero sobre todo hay cavilación,
preocupación y advertencia de un hombre comprometido con la inteligencia, que
transmite la Cultura para desarmar a las modas y a las culturas de todo a cien,
que escribe en voz alta sobre asuntos que no son desechables ni caducan. ¿Se
puede disfrutar con un texto denso y exigente? No lo duden, se disfruta mucho
más que con un texto insustancial. Pero si ustedes prefieren la felicidad de
los que asumen unas opiniones allá por la juventud y no piensan cambiarlas
aunque reviente el mundo por sus cuatro costados, aún están a tiempo de huir de
este libro. Sus referencias históricas traídas a la orilla de la actualidad,
pueden hacer que se les atragante la cerveza: " Es que en Roma había
esclavos: sí; que acababan la jornada laboral a mediodía, y luego los había que
desarrollaban sus artes: sea alfarero o zapatero, o tejedor o lo que fuera, y
se emancipaban: también los había que se pasaban la tarde protestando contra la
esclavitud en las tabernӕ, y claro, nunca se emancipaban..."
"La
relación" sabe a crónica: de un país, de una generación, de una
cultura, de un futuro que ha de seleccionar lo que hemos ido dejando atrás por
desidia, insensatez o estulticia. "Un presente continuo", eso
es.
Cada paso de
este libro da para una conversación, para una discusión si hace falta, por qué
no. Si ustedes quieren discrepar del autor, harán muy bien, sólo les pido que
lo lean con atención y dediquen al menos la mitad de tiempo que él a
reflexionar sobre las ideas bien armadas y datadas con las que se encuentren.
Es lo menos.
Para acabar
mis primeras impresiones (da para mucho más), en el capítulo "mañana de
carnaval", Ignacio Tomás opta por esta declaración que suscribo: "
...que España viva sin tanta ostentación ni apariencia ni estupidez, pero con
más alegría." "Orfeo debe
rescatar a Eurídice y tocar su canción, porque si no cantas el sol
probablemente no saldrá, y los españoles necesitamos volver a la alegría, salir
de la oscuridad."
Ahora mismo, incitado por las muchas citas en el texto sobre el
personaje, me voy a escuchar a Paco de Lucía.
A continuación podéis encontrar el enlace a esta magnífica
lectura prenavideña que no caducará en Enero.