La asociación de estudios universitarios de La Coruña ha sacado un libro de microrrelatos.
Colaboro con esta breve cápsula .
El
escritor del libro blanco
De escritor
solo le quedaban unos cuantos documentos Word, algunos ISBN, una presentación
en la Casa de Cultura, un prosaico divorcio cargado de dicterios literarios, y una autoestima
por los suelos.
Se hacía
llamar Thomas Piketty. Y lo explicaba: "Si no elegimos nacer, muchas
veces tampoco morir, al menos que podamos elegir el nombre".
Decidió
cambiárselo, porque el suyo, adjudicado en una agrietada pila bautismal, era
tan gris que le asustaba no llamarse nada. A qué abocaba ser Juan García, de
los García de toda la vida. Pues eso.
Piketty
acudió a un concierto de jazz al aire libre. Su plan de esa noche se reducía a
beber y follar, por ese orden. Pero aunque uno tenga planes, los demás por
desgracia, también. Una muchacha se le acercó con timidez y le rozó el hombro. Ella
quería caer bien.
- El otro
día hojeé un libro tuyo. Uno blanco.
Thomas
Piketty la miró con atención, intentando desenmascarar la retranca.
- ¿Blanco,
dices? No sé a qué te refieres.
- Ay qué
tonta, claro, habrás escrito varios y no te acordarás.
- Sí, por
ejemplo, el último que publiqué era negro.
Nunca imaginó Piketty verse envuelto en un
diálogo literario que se meciera entre libros blancos y negros. Sin decírselo,
pensó que también había escrito uno de tapas amarillas y otro de tapas verdes.
Pero ella ya había manifestado su predilección libresca hacia el blanco. No
había vuelta atrás. No supo cómo seguir la conversación sin ser desagradable.
Ella tampoco. Así que en ese punto lo dejaron.
Mientras la
vio alejarse, pensó en algo que suelen decir los imbéciles, que el carácter es
el destino. Ignoran que modelar el carácter es la principal misión del destino.