Tirar del hilo de la incertidumbre
es descubrir la certeza agazapada con complejo de niña gorda. Una fuente de luz
dirigida hacia los ojos nos ciega. Adoptamos ante ella una postura relativa
debido a las circunstancias, pero la aspiración es absoluta. No sé por qué
entienden el determinismo como una línea de la que es imposible salirse. Sería
un determinismo muy fácil de quebrar. La ley y su trampa. El poder de la unidad
es que acepta cualquier proposición sin despeinarse, sin que eso pervierta su
esencia. Una razón general, un proyecto inteligente, sólo se comprenden cuando
se llega al epílogo. Durante el trayecto, en el transcurso del nudo argumental,
la sensación de desamparo, de casualidad, de azar, es permanente. No supiste
qué decir cuando llegué borracho a las cuatro de la mañana. Era la primera vez
en veinte años que me veías ebrio y regresando a casa a una hora más propia de
los fracasados que han tirado la toalla. Vi dibujado el miedo en tu cara. Por
un instante sospechaste que el sueño de una vejez, apoyados uno en el otro
paseando ternura por las calles, se esfumaba. No hablaste, ni preguntaste. Mi gesto
desesperado, mi acción chirriante, eran suficiente declaración para ti. Te miré
de frente mientras me iba a los lados, esperando reproches que dieran rienda
suelta a las revelaciones. No diste pie a nada. No pude quejarme de nuestra
intachable relación. A la mañana siguiente ya no estabas. Supuse que habrías
ido a la casa de la sierra en busca de otro destino con su vocación para las sorpresas.
En mi interior ya bullía el desarreglo. Y tu contrariedad fue tan grande que no
aceptaste las explicaciones. La luz nos aplasta. La unidad permanece cuando
todo cae hecho pedazos alrededor, por eso la sensación de abandono es mayor. No
comprendo la dirección de nuestros trayectos, la incertidumbre que nos lleva a
la evidencia. Una vez nos quisimos casi de verdad.
viernes, 10 de febrero de 2017
jueves, 9 de febrero de 2017
La Hora.
Es la hora del combate, la hora en
que se acaba el compadreo y en las grietas yacen las moscas de invierno o las siniestras
cucarachas. Es la hora de entrar o salir; no vale esconderse en el quicio de la
puerta. No más prórrogas de asceta estreñido o misticismos de pandereta. El
martillo pilón ya perforó la mina para la extracción beneficiosa, o la ruina,
qué más da. El sonido de las armónicas rueda por la ladera. Es la hora. Las
naturalezas más ricas tardan mucho en pulirse, pero el tiempo exige cuentas
antes de echar a correr como bestia huyendo del fuego tragavísceras. El
señalado, como respuesta al silencio, debe elegir aunque no esté convencido,
debe tirarse desde la altura aunque no haya un par de brazos para recogerle. El
elegido es un huérfano que no podrá apelar a quien le reclutó.
miércoles, 8 de febrero de 2017
Entre basuras.
Preocupante es su nuevo afán por
revolver las basuras de la noche, intrigante por los perfiles angulosos que la
cortejan. Al pie del árbol en la esquina de la acera, cuando la campana de la
torre acompasa el oscuro fondo, roncan las mascotas inermes y levitan los ecos
que traen sorpresas desechables. Hurga con la punta del zapato entre las bolsas
de plástico: un peine sin púas, una compresa que besó sus labios, cartas y
apuntes rotos junto a una intacta botella de orujo que apuntala una silla
cansada con solo dos patas. Se agacha ebrio de maravillas para descubrir una
delicada jaula que extrae del limbo pegajoso… y comprende. No siempre se tiene
la fortuna de descifrar el entorno con acierto, sin juicios contaminados de
antemano. Aún dentro, colgado del palo, boca abajo, el canario se aferra con un
mordisco de alambre. Duda y hace dudar con sus plumas de peluquería, entre la
vida y la muerte del prisionero cantarín. El dueño no se atrevió a tocar la
rigidez de su belleza y se deshizo de la escena al completo, incapaz de
desarmar las rejas que lo retenían y que se convirtieron en perennes. Cánticos
del folklore local en voz de una puta deslenguada suenan calle arriba. La vieja
desarrapada surge por detrás de nuestro
antihéroe asestándole un rodillazo, mientras su perro esquelético lo asedia a
ladridos. La vieja reclama a gritos su territorio, su puesto de trabajo, su
lugar para los sueños. La miseria también tiene registro de la propiedad. Y
repasa el botín, cogiendo la inmundicia que los otros curiosos de la basura han
dejado. El contenedor saqueado mira al indiferente firmamento.
martes, 7 de febrero de 2017
Salida laboral
El tipo engominado decidió hacerse delincuente
informático por considerarlo el trabajo más fácil del mundo, en un escenario
salvaje al oeste de Internet donde hasta los medio lelos se creen que saben manejar
una pantalla y un teclado. A costa de los medio lelos se puede ganar mucho
dinero. Jobs era un genio, pero no escribió una sola línea de código en su
puñetera vida. La vida que homenajeamos es la que se vende como un gran
producto de marketing. El negro crea, trabaja y calla. El tipo engominado es uno de ellos y espera a un colega de
transgresiones virtuales en la barra de una tasca con olor a callos. Pide un
crianza y se enciende un cigarrillo. ¡Paren de inmediato! Eso no se
puede escribir, no es realista, nadie enciende ya un cigarrillo en una tasca.
Así no hay manera de confeccionar una novela creíble. Aunque bien pensado, la
gente prefiere que la engañen.
lunes, 6 de febrero de 2017
El tendero.
A los chinos, ecuatorianos y
argelinos del barrio, les ha dado por abrir ultramarinos. Son modas, supongo,
pues no les veo yo haciendo un estudio de mercado. Montan locales de la nada,
con una mano de pintura dada sin ningún gusto, y una luz artificial que ensucia
las manzanas. Sonríen y abren la puerta con un ánimo tan iluso que estoy por
preguntar a cuánto está la lejía. Su horario es de quince horas diarias, hasta
que ya se pudren los aguacates. Pronto empiezan a mirar hacia la acera con
tristeza, cansados de hacer guardia en una garita no amenazada por nadie.
Caduca el mes, llegan los recibos, el alquiler, los impuestos, el pago del
género. Transcurre el tiempo como si fuera un reloj artrítico y los clientes
pasan de largo. Los domingos son una excepción, hasta para dios. En las escasas
oportunidades que tienen de contactar con el parroquiano, muestran su mejor
cara, su disposición gentil y su preocupación casi asfixiante por tus
necesidades. Al cabo de cinco o seis meses cierran o ponen cara de haber
ingerido dos kilos de limones a palo seco. Negocio tras negocio a pique, con el
coste que eso implica y con los resultados calamitosos que eran de imaginar
cuando pusieron la primera barca de melocotones en el escaparate. Supongo que
eso les esquilmará el escaso presupuesto con el que empezaron, una ilusión
basada en las telenovelas. Después del fracaso se van a un locutorio a hablar
con su familia y les cuentan que muy bien, que son empresarios del sector de la
alimentación y que aquí se vive puta madre o aquello de Alá es grande, que
viene a ser lo mismo. Tropiezan con sus propias mentiras, con ensoñaciones
de burgueses, sin saber qué es éso. Se gastan los pocos euros que les quedan en
máquinas tragaperras, en lotería del Estado (del bienestar) y por último se
acercan a la bifurcación de caminos: pasar hachís y coca, vender películas
pirateadas, o hacer colas en la asistenta social del Ayuntamiento. Mientras
tanto, unos cantamañanas que consideran que la realidad no existe, y que todo
depende de cómo la mires, nos cuentan que entre todos podemos mantener este
chiringuito abierto.
sábado, 4 de febrero de 2017
Deforme
La belleza no es necesaria, ni
siquiera en el arte. De ahí su valor sin precio. Nunca porta adornos que la
desluzcan. Lo que se ve es lo que hay. Nuestros ojos, que aspiran a la
inteligencia, precisan de estaciones que cambien el paisaje aunque no cambiemos
de lugar. La monotonía convierte la belleza en un plato de lentejas
omnipresente. La lógica es bella, al menos tanto como la intuición
indemostrable. Lo asombroso es bello por lo inusual. El conocimiento es bello
por lo peculiar. La muerte es bella por ser definitiva y girar en órbitas
registradas. La ciencia ficción es bella por la ciencia y la ficción. Nacer es
brusco, doloroso, impactante; y por lo tanto, bello. Se destrozó la cara en un
accidente de coche que se salió de la carretera. Su marido y su hijo que iban
delante, se mataron. Ella desde el asiento trasero no vio venir la tragedia y
el golpe la sorprendió con el cuerpo relajado y flexible. Pero la cara se le
llenó de cristales. Estuvo en coma por el dolor del alma que supera en un
millón de veces a la crudeza del cuerpo herido. Al despertar, preguntó por
ellos, dónde estaban enterrados, si tenían flores. Le ofrecieron cirugía
estética, pero ella prefiere mirarse al espejo y ver la belleza de lo deforme,
porque es la única foto que conserva de aquella escena, última vez que
estuvieron los tres juntos. Lo deforme
es un cambio en la selección natural, un ritmo distinto, un aviso de la
incertidumbre. El cuerpo perfecto es aquél que está en armonía con su
habitante. Ella se sentía amputada por dentro y su cara lo reflejaba con
fidelidad.
viernes, 3 de febrero de 2017
Nonagenaria
Empezaron a sospechar de ella a la tercera
asistente muerta en circunstancias no aclaradas. Una mujer de noventa años,
enjuta, con grandes dificultades de movilidad, era increíble pudiera ejecutar
un crimen así. Pero ahí estaban los números y las lápidas. Acudían a su casa
las cuidadoras enviadas por servicios sociales, y al cabo de tres meses ya
estaban oficiando un entierro en su memoria. Interrogaron a la anciana: qué
ocurría, qué les daba a beber, y ella les hablaba de los bailes de su
juventud escudándose en la senectud bondadosa. Después de presionarla, acabó
declarando que la parca venía a visitarla periódicamente, y ella la convencía
de que se llevara a una chica más joven y más apetecible para su mansión no
registrada. La dejaron por imposible, pero ya ninguna asistente quiso seguir prestando
el servicio. Ahora la anciana empuja su silla de ruedas hasta la escalera e
invita a las vecinas a merendar cuando oye que los ladridos de los perros
advierten de una visita fantasmal indeseable. A las vecinas, en cuanto entran
en el recibidor, les explica enseñándoles la dentadura postiza, que existe un
prodigioso y magnífico propósito para su presencia en este mundo, y que se
estremece ante tamaña empresa. Les cuenta que la felicidad es saber marcharse,
dejar sitio a otros en el momento adecuado. Mientras construye su discurso, les
conduce a la cocina donde reposan con intención el café y las galletas.
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