martes, 20 de julio de 2010

111º paso en el búnker




El peregrinar por hospedajes en un mundo donde el turista es el espécimen más vulgar y extendido que no da ni para una mediocre novela y eso que se escriben novelas mediocres incapaces de alcanzar un imperceptible minuto de prosaicas vidas por otra parte clarividentes para no perder el tiempo leyendo novelas pudiendo vivir relatos cortos con impuesto del valor añadido para unos en el sexo está lo añadido o lo experimental de sensaciones efímeras y por lo tanto perennes en la memoria que es una forma de revivir lo que se quedó en el tintero de la imposibilidad como el que mira fotos de viajes para convencerse de que estuvo allí girando al mismo ritmo que los de aquí en un planeta del que ninguno logra escapar si no es por la puerta de atrás y metido en tierra con cajas de pino envidiosas del pino que sobrevive a las cajas y sus contenidos distintos a los continentes que se separan para no provocar terremotos como un divorcio de dos enamorados a los que un triángulo equilátero desbarató el amor tan interrelacionado con el sufrimiento mal visto por los que sufren pues no encuentran un objetivo en el padecer ni una entrega cuando apenas tenemos otra cosa que entregar dentro de los límites definidos de criaturas de juguete con defectos de forma y cortocircuitos de fondo que apenas amagan una acción los pies y las manos se rebelan en un quietismo desesperante como si el fin del mundo estuviera cerca y nada mereciera demasiado la pena en un fatalismo de mostaza y etiqueta en los zumos naturales con aditivos prohibidos.

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