Un viento rasposo se oye murmurar
detrás de la oreja. Viaja envuelto en aros de humo. El elegido por la ruleta
neuronal aguarda sumiso la bofetada, la convulsión irrefrenable. No ser dueño
de uno mismo es una sensación difícil de interpretar. Ser inquilino al que le vienen
a echar de casa no es plato de buen gusto. El maremoto se extiende por el
cuerpo mientras el capitán, que ha abandonado el barco, mira desde la orilla
con gesto desamparado.
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