jueves, 23 de diciembre de 2021

La danza del espacio infinito -17

 


A veces somos capaces de ver a través del otro, del tiempo y el espacio, mirando con la limpieza de un inocente. Una mente que deja de seguir a maestros, a objetivos que no sabes dónde están, se acoge al misterio de un silencio que no busca ni guarda intención oculta. Una vez que piensas con honestidad sobre tu ser, sobre el ser que no se manifiesta y el que sí, descubres que pensar es un arma muy poderosa, pero tiende a disparar contra su dueño. El pensamiento honesto es aquel que se relega a sí mismo a un papel de veneración hacia el silencio.

            Las calles se llenan de bullicio, de personas que se saludan, comercian, comen y beben para socializar, cantan y hablan muy alto. Cuando llego a casa por las noches escribo sobre lo que he visto, sobre lo que no he visto, pero sobre todo quiero escribir sobre lo que nadie ha visto. Sin miedo a mirar. Sin miedo a qué dirán. Sin miedo a dónde me llevará este camino emprendido. Sin miedo a que no haya camino. Me limito a contemplar cómo las personas del mundo se tiran a la calle a luchar para mantener su rutina, a la batalla de la vida, a conquistar un mes de vacaciones que suelen ser agotadoras por el cúmulo de lugares y experiencias que se echan como peso muerto en el zurrón de sus vidas. Si tuviera un interruptor, lo pulsaría para detener el mundo, obligaría a dos horas de aburrimiento al día a la población, sin posibilidad de escaparse haciendo cualquier cosa. Un experimento de la nada.


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