Cuando empecé a escribir estos textos era otro distinto al que soy hoy. Cuando acabes de leerlos serás distinto al que empezó a leerlos. Hemos cambiado siendo los mismos. Entender esto es entenderlo todo. Cada día debes dedicar tiempo a reconocerte en sociedad y en privado, porque cambias, y lo mismo con quienes te rodean; cambian. Y somos los mismos. El conflicto surge porque esperas de los demás algo distinto de lo que pueden dar y ellos esperan de ti algo distinto a lo que debes dar. Las nubes se van apelmazando sin aviesa intención, pero el resultado es una tormenta fatal para el sosiego de quienes pensamos tenerlo todo controlado. Cuando una situación nos supera, nuestra mente busca al que no cambia. El que cambia busca al que no cambia para pedir explicaciones. El que no cambia calla porque sabe que la mente volverá a cambiar la dirección de su mirada cuando la tormenta pase. Los heterónimos conviven sin dirigirse la palabra. Juegas al póker por Internet con un grupo de daneses a los que no conoces. Y cuando llevas dos horas, caes en la cuenta de que tú no sabes jugar al póker. Realizar una actividad sin que los otros vean cómo te rascas los huevos deriva en confusión. ¡Órdago!, gritas desde tu habitación cuando ves un trío de ases en la pantalla.
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