sábado, 19 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -73

 


Un relato fragmentario recorre las venas del tímido que vive hostigado y asolado. Escenas que se rompen antes de completarse, vivencias que se frustran por miedo a que se frustren. El otro es visto por el tímido como estorbo, impedimento, o como guadaña. <<El otro no soy yo y eso es peligroso>>, dijo el tímido. Bebe para acallar la pesadumbre, para oxigenar su vida social. Las fobias se relajan a la sombra del alcohol. Un trago y ya no puede decir basta. Compulsión etílica. Afirman que en la inseguridad está la clave de todo tímido. ¿Cómo estar seguros en esta vida? Seguros, como mucho, de que acabaremos abandonándola. El tímido se entrega a la lectura concentrada de un párrafo de filosofía griega sabiendo que puede ser el último de los placeres que disfrute el resto del mes. El mundo es cruel, su cuerpo vulnerable y su alma tan, tan esquiva... No puede el tímido caer en la autoestima engañosa, no sabe cómo burlar el entendimiento que tiene de su poquedad. Huye de las miradas inquisitivas, incluso de las compasivas. Huye como deporte, como obligatorio ejercicio de supervivencia, huye hasta de las situaciones más inocuas. Internet lo inventó un tímido. La pornografía la inventó un tímido. La muerte sin vuelta atrás la inventó un tímido. La reencarnación y la resurrección son para los resueltos. El tímido bebe para ir a comprar el pan, y vuelve a beber cuando regresa, ofuscado por la intensidad de la experiencia vivida en la panadería. El tímido repasa en su mente una y otra vez la escena que ha de encarar, la anticipa, ensaya respuestas, calcula variantes y cuando llega el momento se paraliza y nada ocurre como había imaginado. El tímido tiene accesos de violencia nacida de la impotencia. Es capaz de matar antes que explicarse. El tímido piensa mucho, demasiado, pero cuando va a exponer su idea original, incluso genial, se traba, e incomoda a su interlocutor. La idea se desvanece y él se retrae en una charca de resentimiento. El tímido se queda sin trabajo, se queda sin pareja, sin amigos, sin familia. El tímido se queda sin espejos. El tímido no sabe pedir ayuda y acaba por pensar que no la necesita, que los demás son su causa perdida. Los días buenos es introvertido, los malos es tímido. Los días buenos está solo porque quiere, los malos porque no puede hacer otra cosa. La soledad de una habitación es la amiga entrañable que le pone en contacto con lo intangible, un ámbito que sí le tranquiliza. El tímido cuando se suicide no se tirará por la ventana ni se ahorcará, ni se disparará en la boca. Lo ve escandaloso socialmente. El tímido se suicidará alargando el sueño hasta el infinito con una sobredosis de tristeza.


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