lunes, 21 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -95

 


Ramiro está a la espera del mensaje que desbroce la senda. Si no existe intromisión del mensajero movido por un torvo interés, espera obtener el mapa de ruta en pocos días. Saber por dónde caminas es más importante que saber a dónde vas. El destino se reconoce en cuanto se ve; el camino, en cambio, debe sondearse a cada paso. Mientras aguarda las directrices, Ramiro toma analgésicos y antiinflamatorios contra la prostatitis. Se va doblando por la mitad por culpa de una próstata que se empeña en ocupar el espacio que no le corresponde. Aconsejan la evacuación seminal diaria para la limpieza de los conductos, y eso está bien siempre que no seas un adicto al sexo, como le pasa a Ramiro. Mantenerse limpio le supone un conflicto de intereses. Acumular y sufrir o soltar y sufrir aún más. Ojalá fuera una mujer, piensa mientras se palpa las mamas de sesentón en las que va acumulando tejido adiposo. Se siente raro, ¿y si al tiempo que padece de prostatitis tuviera un cáncer de mama?  No es descartable, la vida es una hijaputa con un sentido del humor muy discutible. Su adicción al sexo no tiene que ver con la práctica excesiva, sino con la obsesión excesiva. No es capaz de terminar un sudoku, nivel samurái, sin que su mente peregrine a procacidades lubricadas y ensalivadas. Llega el correo, pero está con la polla tiesa y no puede atenderlo. La senda sigue apretada por la maleza, el destino debe esperar a que el caminante esté en condiciones de soportar el peso de su mochila.


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