martes, 2 de agosto de 2022

La danza del espacio infinito -169

 


Va siendo hora de quitarme años. No los echaré de menos. Siempre son el mismo. Sueño con una anciana que exige que se detenga el tren en el que viajan. Se apea junto a sus tres nietas y se quedan ahí, en tierra de nadie, mirando cómo el resto de pasajeros siguen en un tren que recobra la marcha por vía ancha. A lo lejos, en una curva a derechas, el tren descarrila. La abuela dice a sus nietas: nos vamos. Sé lo que es el miedo, la vulnerabilidad, la intemperie, la fragilidad del cuerpo y los desmanes de la mente. Saber que el tren va a descarrilar no sirve para evitar que el tren descarrile, sirve para que no descarriles con él. Llevo tres días seguidos comiendo lentejas y un tomate. Suficiente para solidificar la cerveza y el vino blanco. Las mayorías nos sentimos culpables. Las minorías se han vuelto abusonas. Cuando cierro los ojos y una experiencia luminosa ocurre, me pregunto por qué estamos hechos de un material tal que no somos capaces de hacer durar lo bueno. Solo la salud es sensual. Para la RAE la palabra del día es "sánscrito". Un amigo que vive en Nueva Zelanda me escribe por messenger. Para él la palabra del día es procrastinar. Me cuenta que anda de cotilleo a esas horas noctívagas por las redes sociales, procrastinando la hora de irse a la cama. ¡Chúpate esa! Desde que trabaja de asesor de cosas impronunciables ha aprendido hasta lo que no debe. Ya se pueden fabricar armas con impresoras 3D. La misión tripulada a Marte no me atrae. No pienso bajarme del tren aunque sepa que va a descarrilar.


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