Ese accidente de coche, que es un suicidio encubierto, lo damos por válido y no hacemos más averiguaciones. Ese suicidio que es un asesinato encubierto deja tras de sí los secretos de una doble vida que es como dejar dos veces la vida. Ese crimen que es una llamada de auxilio encubierta divide con una hiriente simpleza en buenos y malos a los protagonistas. El suicida no se mata a sí mismo, mata el mundo que se ha inventado. Por eso estamos viviendo en un mundo muerto. El suicida renuncia al tiempo y deja espacio. La compasión y la caridad hacia los demás no justifican ni un minuto más el suplicio que cree estar soportando. Busca el descanso. Se lo merece. No se merece otra cosa. Pone su mirada en el abierto horizonte. Baja los párpados. Apaga los ojos: lenta, definitivamente. La brisa trae su última voluntad: <<No me busquéis. Buscad el horizonte>>.
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