La alquimia de no hacer nada, el convencimiento de que la vida tiene pujanza más que suficiente para no necesitar de un elemento separado empujando. Cuando empujas, lo normal es que lo precipites por una vía errática. Tú eres, sin duda; lo único de lo que debes asegurarte es de estar, de unir los verbos ser y estar. De poco sirve ser si estás perdido por los alrededores de ti en el papel de hacedor de mundos como un pollo sin cabeza.
La mente no es personal, solo hay una para todos, solo varía el uso que de ella hacemos. La mente se ha convencido de que estar en uno mismo no es suficiente, que su labor es sacarnos hacia afuera, hacia el mundo que considera separado y objetivo, lejos de nosotros, donde resolver conflictos, aprender cosas nuevas, evolucionar, experimentar ideas, proyectos, memoria. La mente trabaja con la idea de que estamos a medio hacer, que debemos llegar a ser mejores, llenarnos de conocimientos, responder a estímulos e inquietudes.
Ni caso. Ese salir hacia afuera nunca se acaba, esa acumulación de conocimientos y experiencias nunca se acaba, ese construir castillos en el aire nunca se acaba, esa evolución nunca llega a la realización. Cuando el cuerpo muere, todas sus alegorías mueren con él, todo el tinglado se cae porque las apariencias es lo que tienen: que aparecen, permanecen un tiempo y desaparecen. Nada que ver con la realidad. Repito: ni caso. A la mente le gusta escuchar su propia voz. No digo que no se adquieran habilidades prácticas, se construyan cosas hermosas, se experimenten sensaciones y se desarrollen las ideas, pero sabiendo que son un juego de las formas, un juego de rol, una manera de mantener entretenido al jugador mientras dure la partida. Recuerda que estar en uno mismo es la única manera de ser realizado, de captar la infinidad de matices de un universo de formas y al tiempo vacío, de vivir en la realidad, y por lo tanto en la auténtica belleza, la que no es flor de un día. Estar en sí las 24 horas del día. Ser y existir en uno, que es la única manera de existir para siempre. En el sueño profundo, cuando ni el cuerpo ni la mente son una referencia, estamos en nosotros mismos, pero la mente no ejerce de testigo. Para el estado de sueño, la vigilia es irreal. Para el estado de vigilia, el sueño es irreal. Ambos tienen razón.
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