No experimento que la vida tenga un propósito de mejora, evolución o aprendizaje. La vida no necesita que se le añada un sentido. Es cierto que es vivida como funcionalidad (humana, animal, vegetal), que trae consigo una percepción de ausencia del sí mismo. Esa misma ausencia te hace sentir incompleto, y te lanza a la búsqueda del reencuentro. Ahí nace la conciencia, en ese aparente ir y venir de sí mismo hacia sí mismo. La conciencia nace en el hijo pródigo, no en el hijo que nunca ha salido de la casa del padre; es un juego de espejos, una forma de salir de sí para verse a sí mismo desde fuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario