Es la hora del combate, la hora en
que se acaba el compadreo y en las grietas yacen las moscas de invierno o las siniestras
cucarachas. Es la hora de entrar o salir; no vale esconderse en el quicio de la
puerta. No más prórrogas de asceta estreñido o misticismos de pandereta. El
martillo pilón ya perforó la mina para la extracción beneficiosa, o la ruina,
qué más da. El sonido de las armónicas rueda por la ladera. Es la hora. Las
naturalezas más ricas tardan mucho en pulirse, pero el tiempo exige cuentas
antes de echar a correr como bestia huyendo del fuego tragavísceras. El
señalado, como respuesta al silencio, debe elegir aunque no esté convencido,
debe tirarse desde la altura aunque no haya un par de brazos para recogerle. El
elegido es un huérfano que no podrá apelar a quien le reclutó.
jueves, 9 de febrero de 2017
miércoles, 8 de febrero de 2017
Entre basuras.
Preocupante es su nuevo afán por
revolver las basuras de la noche, intrigante por los perfiles angulosos que la
cortejan. Al pie del árbol en la esquina de la acera, cuando la campana de la
torre acompasa el oscuro fondo, roncan las mascotas inermes y levitan los ecos
que traen sorpresas desechables. Hurga con la punta del zapato entre las bolsas
de plástico: un peine sin púas, una compresa que besó sus labios, cartas y
apuntes rotos junto a una intacta botella de orujo que apuntala una silla
cansada con solo dos patas. Se agacha ebrio de maravillas para descubrir una
delicada jaula que extrae del limbo pegajoso… y comprende. No siempre se tiene
la fortuna de descifrar el entorno con acierto, sin juicios contaminados de
antemano. Aún dentro, colgado del palo, boca abajo, el canario se aferra con un
mordisco de alambre. Duda y hace dudar con sus plumas de peluquería, entre la
vida y la muerte del prisionero cantarín. El dueño no se atrevió a tocar la
rigidez de su belleza y se deshizo de la escena al completo, incapaz de
desarmar las rejas que lo retenían y que se convirtieron en perennes. Cánticos
del folklore local en voz de una puta deslenguada suenan calle arriba. La vieja
desarrapada surge por detrás de nuestro
antihéroe asestándole un rodillazo, mientras su perro esquelético lo asedia a
ladridos. La vieja reclama a gritos su territorio, su puesto de trabajo, su
lugar para los sueños. La miseria también tiene registro de la propiedad. Y
repasa el botín, cogiendo la inmundicia que los otros curiosos de la basura han
dejado. El contenedor saqueado mira al indiferente firmamento.
martes, 7 de febrero de 2017
Salida laboral
El tipo engominado decidió hacerse delincuente
informático por considerarlo el trabajo más fácil del mundo, en un escenario
salvaje al oeste de Internet donde hasta los medio lelos se creen que saben manejar
una pantalla y un teclado. A costa de los medio lelos se puede ganar mucho
dinero. Jobs era un genio, pero no escribió una sola línea de código en su
puñetera vida. La vida que homenajeamos es la que se vende como un gran
producto de marketing. El negro crea, trabaja y calla. El tipo engominado es uno de ellos y espera a un colega de
transgresiones virtuales en la barra de una tasca con olor a callos. Pide un
crianza y se enciende un cigarrillo. ¡Paren de inmediato! Eso no se
puede escribir, no es realista, nadie enciende ya un cigarrillo en una tasca.
Así no hay manera de confeccionar una novela creíble. Aunque bien pensado, la
gente prefiere que la engañen.
lunes, 6 de febrero de 2017
El tendero.
A los chinos, ecuatorianos y
argelinos del barrio, les ha dado por abrir ultramarinos. Son modas, supongo,
pues no les veo yo haciendo un estudio de mercado. Montan locales de la nada,
con una mano de pintura dada sin ningún gusto, y una luz artificial que ensucia
las manzanas. Sonríen y abren la puerta con un ánimo tan iluso que estoy por
preguntar a cuánto está la lejía. Su horario es de quince horas diarias, hasta
que ya se pudren los aguacates. Pronto empiezan a mirar hacia la acera con
tristeza, cansados de hacer guardia en una garita no amenazada por nadie.
Caduca el mes, llegan los recibos, el alquiler, los impuestos, el pago del
género. Transcurre el tiempo como si fuera un reloj artrítico y los clientes
pasan de largo. Los domingos son una excepción, hasta para dios. En las escasas
oportunidades que tienen de contactar con el parroquiano, muestran su mejor
cara, su disposición gentil y su preocupación casi asfixiante por tus
necesidades. Al cabo de cinco o seis meses cierran o ponen cara de haber
ingerido dos kilos de limones a palo seco. Negocio tras negocio a pique, con el
coste que eso implica y con los resultados calamitosos que eran de imaginar
cuando pusieron la primera barca de melocotones en el escaparate. Supongo que
eso les esquilmará el escaso presupuesto con el que empezaron, una ilusión
basada en las telenovelas. Después del fracaso se van a un locutorio a hablar
con su familia y les cuentan que muy bien, que son empresarios del sector de la
alimentación y que aquí se vive puta madre o aquello de Alá es grande, que
viene a ser lo mismo. Tropiezan con sus propias mentiras, con ensoñaciones
de burgueses, sin saber qué es éso. Se gastan los pocos euros que les quedan en
máquinas tragaperras, en lotería del Estado (del bienestar) y por último se
acercan a la bifurcación de caminos: pasar hachís y coca, vender películas
pirateadas, o hacer colas en la asistenta social del Ayuntamiento. Mientras
tanto, unos cantamañanas que consideran que la realidad no existe, y que todo
depende de cómo la mires, nos cuentan que entre todos podemos mantener este
chiringuito abierto.
sábado, 4 de febrero de 2017
Deforme
La belleza no es necesaria, ni
siquiera en el arte. De ahí su valor sin precio. Nunca porta adornos que la
desluzcan. Lo que se ve es lo que hay. Nuestros ojos, que aspiran a la
inteligencia, precisan de estaciones que cambien el paisaje aunque no cambiemos
de lugar. La monotonía convierte la belleza en un plato de lentejas
omnipresente. La lógica es bella, al menos tanto como la intuición
indemostrable. Lo asombroso es bello por lo inusual. El conocimiento es bello
por lo peculiar. La muerte es bella por ser definitiva y girar en órbitas
registradas. La ciencia ficción es bella por la ciencia y la ficción. Nacer es
brusco, doloroso, impactante; y por lo tanto, bello. Se destrozó la cara en un
accidente de coche que se salió de la carretera. Su marido y su hijo que iban
delante, se mataron. Ella desde el asiento trasero no vio venir la tragedia y
el golpe la sorprendió con el cuerpo relajado y flexible. Pero la cara se le
llenó de cristales. Estuvo en coma por el dolor del alma que supera en un
millón de veces a la crudeza del cuerpo herido. Al despertar, preguntó por
ellos, dónde estaban enterrados, si tenían flores. Le ofrecieron cirugía
estética, pero ella prefiere mirarse al espejo y ver la belleza de lo deforme,
porque es la única foto que conserva de aquella escena, última vez que
estuvieron los tres juntos. Lo deforme
es un cambio en la selección natural, un ritmo distinto, un aviso de la
incertidumbre. El cuerpo perfecto es aquél que está en armonía con su
habitante. Ella se sentía amputada por dentro y su cara lo reflejaba con
fidelidad.
viernes, 3 de febrero de 2017
Nonagenaria
Empezaron a sospechar de ella a la tercera
asistente muerta en circunstancias no aclaradas. Una mujer de noventa años,
enjuta, con grandes dificultades de movilidad, era increíble pudiera ejecutar
un crimen así. Pero ahí estaban los números y las lápidas. Acudían a su casa
las cuidadoras enviadas por servicios sociales, y al cabo de tres meses ya
estaban oficiando un entierro en su memoria. Interrogaron a la anciana: qué
ocurría, qué les daba a beber, y ella les hablaba de los bailes de su
juventud escudándose en la senectud bondadosa. Después de presionarla, acabó
declarando que la parca venía a visitarla periódicamente, y ella la convencía
de que se llevara a una chica más joven y más apetecible para su mansión no
registrada. La dejaron por imposible, pero ya ninguna asistente quiso seguir prestando
el servicio. Ahora la anciana empuja su silla de ruedas hasta la escalera e
invita a las vecinas a merendar cuando oye que los ladridos de los perros
advierten de una visita fantasmal indeseable. A las vecinas, en cuanto entran
en el recibidor, les explica enseñándoles la dentadura postiza, que existe un
prodigioso y magnífico propósito para su presencia en este mundo, y que se
estremece ante tamaña empresa. Les cuenta que la felicidad es saber marcharse,
dejar sitio a otros en el momento adecuado. Mientras construye su discurso, les
conduce a la cocina donde reposan con intención el café y las galletas.
jueves, 2 de febrero de 2017
Epilepsia
Un viento rasposo se oye murmurar
detrás de la oreja. Viaja envuelto en aros de humo. El elegido por la ruleta
neuronal aguarda sumiso la bofetada, la convulsión irrefrenable. No ser dueño
de uno mismo es una sensación difícil de interpretar. Ser inquilino al que le vienen
a echar de casa no es plato de buen gusto. El maremoto se extiende por el
cuerpo mientras el capitán, que ha abandonado el barco, mira desde la orilla
con gesto desamparado.
miércoles, 1 de febrero de 2017
En la mina.
Estalla
la luz cuando los cascos abren grutas tierra adentro. Taconean la roca con
flamenca tragedia. Desgajan brillos de joyero insolvente cuando los celos se
desploman sobre sus cuerpos tiznados, casi enterrados en paz descansen.
Viceversa, fuera espera la fiesta, o no espera, la salida del fruto negro
cargado en vagones infernales hacia el siguiente anillo de cante hondo, de
castañuelas en vasos de vino, con una luna descalza y unas mujeres que dejan el
fatalismo para las madrugadas. Los dedos coquetean con la piel afligida de la
guitarra. Viceversa, el mar no sabe del mito de las cavernas, de la caja de
música que contiene los sueños de una niña que se balancea en la mecedora de la
anciana. Viceversa, la historia de un pueblo espera silenciosa los eructos del
dragón que traga y escupe su propia mierda. Más temprano que tarde llega el
tributo, el duelo contenido, la sabiduría ratificada de que las cosas son
así y ya está. Viceversa, la madre que te parió danza sobre el recuerdo del
hijo, sobre un hoyo que nunca se cerrará del todo.
martes, 31 de enero de 2017
El verso como animal de compañía.
Me
regalaron un verso como animal de compañía, se orina por las baldosas y anhela
atrapar al genio que sospecha se esconde en una botella de lejía. No rima, hace
tiempo que mi verso no rima, y se esconde cuando llego a casa con los pulmones
cargados de pena. Mi mascota no tiene nombre. Nunca me he visto en la necesidad
de llamarlo. Se rasca arrimándose al rodapié. Cuando le enseño una hoja
escrita pasa la lengua y deforma en geometrías extrañas la tinta. Su verso es
cubista del párrafo justificado. No entiende de grandes obras que lo único que
hacen es quitarle tiempo a la gente para que viva.
lunes, 30 de enero de 2017
El forastero
Suena la misma música tañida de la
misma forma: repetida, reiterada, rayada. Es como si los actos no quedaran
fijados en nuestro diario y debiéramos frecuentarlos hasta darles vida con un
mecanismo de piñón fijo. Así transcurren los festivos de esta cuadrilla de
divorciados en un barrio que se alquila o se vende con desesperación. Por ello,
cuando un matiz distorsiona el monótono encuadre, llama mucho la atención del
que busca aventuras donde no las hay. Me fijé en él porque a su lado caminaba
con el ritmo desnudo de las cuatro patas, un enorme perro con cabeza de faraón
de arrabal. Los ojos del dueño parecían no estar acostumbrados a los espacios
abiertos y sus andares hablaban de pasillos carcelarios y celdas
milimétricamente medidas con pasos impotentes durante noches de rencor mal
contenido. En la barra, un asiduo mequetrefe, ya pasado de copas, abordó al
desconocido con la idea de iniciar una discusión absurda sobre un tema
disparatado y apagar así el runrún de su opresiva semana en una cadena de
montaje. Cuando apareces solo por primera vez en un sitio así, sin saberlo casi
estás invitando a que el majadero de turno te importune. El ex presidiario -la
primera impresión es la que queda aunque sea falsa- supo mantener la calma
para no entrar al trapo de aquel imbécil. Cruzamos un par de miradas y supo que
yo sabía. Me sonrió como si le doliera y luego se fijó un instante en sus propias
zapatillas de deporte, como si ellas fueran a chivarse, a contar más de lo que
debían. El tipo, nuevo en el barrio, nuevo en cualquier barrio, pudo haber
aplastado de un manotazo a su molesto interlocutor y al resto de la parroquia
que allí perdíamos el tiempo con unas cervezas, si nos hubiésemos puesto
farrucos. Por un momento, pensé que nos sacaría el corazón, lo mordería y nos
lo volvería a meter en el pecho como si fuera el logotipo de Apple. Pero quiso
darse, darnos, una oportunidad más antes de tirar por la calle de en medio.
Salió del local después de bosquejar una seca despedida en el aire y dejar unas
monedas en la barra. Al llegar a la puerta se volvió hacia mí un instante y
simuló un disparo con su dedo índice. El corpulento animal le siguió con una
fidelidad que hacía que sintieras respeto por ese hombre que no volvió a
aparecer por allí.
domingo, 29 de enero de 2017
Dos lenguajes, dos lenguas.
Mitad perro salvaje, mitad mujer
asilvestrada. La cabeza se vuelve para morder los genitales que amenazan con
engendrar criaturas inteligentes que expliquen la simbiosis. Animales de
compañía que devoran las partes blandas, la casquería del amor. Las piernas se
abren para recibir caricias que buscan flujos de sangre. Toby y Susana
envueltos en un cuerpo que se prolonga hasta lo antinatural. La zoofilia en una
habitación llena de abandonos. Un lenguaje de roncos gruñidos. Ella, a cuatro
patas intenta rebajarse a la altura del instinto no educado, en busca de la
carne que cubra sus anhelos insatisfechos por las robóticas relaciones humanas
en redes de pesca social. Toby, alejado de su hábitat de campo abierto, se conforma
con el desfogue entre cojines y cortinas. Susana se desprecia por la postura
sumisa, pero sabe que el chucho no hablará. Lo anima a buscar el encaje, a
seguir la ruta del líquido que habla del deseo desesperado. No hay fruto
posible en la cópula de dos seres alejados en la trama evolutiva, aunque unidos
por la soledad de un apartamento sin vistas al exterior. Susana necesita algo
en sus entrañas, un ser vivo que la desee. Toby no juzga, sólo empuja siguiendo
el impulso de la rojez. Ella queda derrengada sobre la alfombra, mientras Toby
ya va en busca de su comida para perros en la cocina. Después de una ducha
vergonzosa, Susana sacará a su animal de compañía a pasear por el barrio,
sonreirá a los dueños de otros perros mientras sus bragas tapan el escenario de
un crimen.
jueves, 19 de mayo de 2016
Esas pequeñas cosas.
Fue a la guerra que se libraba en la cama de un metro y
noventa centímetros. En la explanada de sábanas arrugadas tropezó con dos minas
antipersonas, con esos malditos pies que no se corresponden con la pulcritud
del resto de su cuerpo. Consideraba a dichos intrusos motivo inmediato de
divorcio. Lo dejó allí tumbado, acariciándose los mandriles inquietos y pestilentes, mientras ella se levantó a escribir un poema de soldados hartos de
la población civil, tan grosera, tan víctima propicia y colateral, tan abnegada
en su fatal destino. Escribió sobre la guerra porque ya había perdido
suficientes batallas para saber de qué hablaba. Su vida había transcurrido de
oca en oca y tira porque le toca con todas las opciones de caer en la cárcel
de la decepción.
El se dedica a la asesoría fiscal
de ocho de la mañana a tres de la tarde. Ella trabaja de ocho a ocho en un
centro comercial. Los hijos son de ella, la casa de ella, la fuerza de voluntad
de ella, el amor de ella, "en qué piensas" de ella, depilarse de ella,
estar estupenda de ella, las cuentas las cuadra ella, y él tiene esos pies,
esos insoportables caireles y un sueño a prueba de terremotos.
jueves, 5 de febrero de 2015
253º paso en el búnker. El escritor del libro blanco.
La asociación de estudios universitarios de La Coruña ha sacado un libro de microrrelatos.
Colaboro con esta breve cápsula .
El
escritor del libro blanco
De escritor
solo le quedaban unos cuantos documentos Word, algunos ISBN, una presentación
en la Casa de Cultura, un prosaico divorcio cargado de dicterios literarios, y una autoestima
por los suelos.
Se hacía
llamar Thomas Piketty. Y lo explicaba: "Si no elegimos nacer, muchas
veces tampoco morir, al menos que podamos elegir el nombre".
Decidió
cambiárselo, porque el suyo, adjudicado en una agrietada pila bautismal, era
tan gris que le asustaba no llamarse nada. A qué abocaba ser Juan García, de
los García de toda la vida. Pues eso.
Piketty
acudió a un concierto de jazz al aire libre. Su plan de esa noche se reducía a
beber y follar, por ese orden. Pero aunque uno tenga planes, los demás por
desgracia, también. Una muchacha se le acercó con timidez y le rozó el hombro. Ella
quería caer bien.
- El otro
día hojeé un libro tuyo. Uno blanco.
Thomas
Piketty la miró con atención, intentando desenmascarar la retranca.
- ¿Blanco,
dices? No sé a qué te refieres.
- Ay qué
tonta, claro, habrás escrito varios y no te acordarás.
- Sí, por
ejemplo, el último que publiqué era negro.
Nunca imaginó Piketty verse envuelto en un
diálogo literario que se meciera entre libros blancos y negros. Sin decírselo,
pensó que también había escrito uno de tapas amarillas y otro de tapas verdes.
Pero ella ya había manifestado su predilección libresca hacia el blanco. No
había vuelta atrás. No supo cómo seguir la conversación sin ser desagradable.
Ella tampoco. Así que en ese punto lo dejaron.
Mientras la
vio alejarse, pensó en algo que suelen decir los imbéciles, que el carácter es
el destino. Ignoran que modelar el carácter es la principal misión del destino.
lunes, 6 de octubre de 2014
252º paso en el búnker
La
carne muerta pesa mucho a los vivos y nada al muerto. No llevo bien esa
costumbre de las palabras en la muerte, ese panegírico insustancial, blasfemo,
que solo pretende tranquilizar a los vivos respecto a su futuro sentenciado. No
quiero palabras para mis muertos, no para los míos. Si queréis decir algo,
lejos de aquí, no se os ocurra manchar sus cadáveres con vuestras glosas
estúpidas, con vuestros epitafios de esquela barata. Ni se os pase por la mente
hacer una sinopsis de sus vidas, un memorando de su existencia. Si tenéis
recuerdos, ponedlos en duda, y callad delante mío, o habrá más muertos antes de
tiempo.
martes, 1 de julio de 2014
251º paso en el búnker. El Artificio de la Realidad.
Quién es Agustin Medina. Quizá sea la equis a despejar en esta novela del escritor David Morán. Las visiones nublan la vista del protagonista de esta entrega narrativa de estilo surrealista. Un estilo que no está reñido con la intención del autor de exponer la realidad y sus artificios, tanto de la psicología de los personajes como de la situación estrambótica de una Tegucigalpa que se postula como escenario principal. Agustín Medina es un lunático profesor de secundaria que movido por una extraña angustia empieza a sufrir síntomas de todo tipo que no son de fácil diagnóstico. Qué es real, qué no lo es. La locura tiene un primer efecto terrible: el miedo de pensar que el suelo se te mueve bajo los pies. Pero ese estado de conciencia alterado le pone en contacto con ciertas verdades, con información privilegiada que se dice en el mundillo de los negocios, que son de vital importancia para la supervivencia en el planeta. Un elegido que no quiere serlo, un hombre que no aspiraba a un momento de gloria, se consagra. Volver de las visiones neurasténicas, tan extrañas como reveladoras, a la realidad de una Honduras caótica, agitada y espasmódica, no es menos surrealista. Así David Morán nos invita a este viaje de ida y vuelta repleto de sugerencias fantásticas y reflexiones reales, de divertimiento mordaz. Una novela ambiciosa que no defraudará a los amantes de la buena narrativa.
-¿Que sabes del Psicum?
- Nada en concreto, tan solo amamos teorías. A los vagabundos nos encanta hacerlo.
"Al finalizar la reunión Agustín se encerró en su dormitorio, tomó los harapos con los que vino para inspeccionarlos un poco, quiso revivir la travesía en aquella deshilachada textura; los olfateó para toparse, otra vez, con el indeseable tufo del olvido que siempre mancilló cualquier esperanza de credibilidad a su favor..."
Un nuevo título para la jugosa colección El Marsupial.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)