Cuando dos bocas se enzarzan por
primera vez, aquello que permanecía velado desemboca en el habilidoso
acoplamiento reptiliano. Los extraños intuyen que algo les atrae hacia la
saliva común, las lenguas ensayan papiroflexias en la cavidad sin fondo, y recién
nacidas sensaciones se agolpan rechazando o adoptando al otro para siempre. En
el primer beso se marcan las pautas del juego: cuánto durará la relación y
quién llevará el peso en los momentos de crisis. El primer beso encumbra o
decepciona, nunca deja indiferente. Cuando los labios se separan, los ojos
traducen el mensaje con un trazo que secciona la cara. El primer beso es el
reconocimiento genético de los cuerpos asombrados ante su proceso hormonal. Tu
respiración refrigera su mejilla. Las figuras se acomodan, la piel se
trasplanta, los aromas se suman y los adentros son exhumados. El amor puede ser
una fórmula química, no lo dudo, pero su formulación siempre es mágica.
Inoculados por el nuevo virus, se buscarán para saciar la ansiedad de ocupar
más cuerpo que el de uno mismo y mirar con ojos prestados los lugares exóticos
del mundo. Por un instante te haces la ilusión de que la soledad queda
relegada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario