Duelen los discursos calientes en la
cortedad de la plaza pública, sueltan los globos de colores como memoria de la
libertad. Se nota que no saben ocupar la calle. Al final de los discursos abren
las compuertas del aplauso, llegan los gritos con el compás roto y los lemas
mal ensayados, cojo la mano al líder carismático y lo llevo junto a una señora
con las piernas amputadas que cambió el miedo por un poema asimétrico, ella le
cuenta su anhelo de correr los mil quinientos metros en las olimpiadas del
absurdo, el líder le dice que él sólo ha cometido un pecado: amar profundamente
a su pueblo, lo ama tanto que le estorban las personas, así que se quita a la
paralítica de encima con palabras aprendidas por la memoria de la libertad como
reza la pancarta, dicen que cabemos todos a pesar de los codazos, dicen que
cabemos todos y yo digo que depende de dónde quieran meternos, una sola bandera
provoca escalofríos, muchas banderas son folclore, alguien sin bandera no es de
fiar, las patrias grandes o pequeñas acabarán por devorarnos aunque no seamos
adoradores dionisíacos ni el canibalismo nuestro ritual de vida, los gritos
golpean el mar de la tarde con puñetazos negros de malecón herido que hace
bailar claqué a las embarcaciones a la deriva, hay demasiado ruido en medio de
mensajes con higadillo, por lo que dios, una vez más, opta por taparse los
oídos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario