martes, 2 de mayo de 2017

El espectáculo callejero.



            El espectáculo callejero deposita absurdos en el cotidiano pavimento, escupe música envasada sobre las fachadas de viviendas de protección oficial. Las notas se deslizan como baba de caracol hasta dejar un corrimiento insalubre. Danzantes de lycra, cuerpos torneados ante el espejo de la farsa, un guión acuático con un leñador subido a una farola observando mientras come manzanas. Los niños juegan con sus ropas de mercadillo, los ancianos miran en dirección contraria a donde se produce la trama, pero aplauden entusiastas mientras sea gratis. Los de mediana edad sacan fotos con los móviles y atienden a niños y ancianos con una ojeada. Los ayuntamientos temen que la gente se tire a la calle sin ningún propósito. Ante semejante posibilidad, programan actuaciones que consigan hacer creer en el milagro de la belleza. La música chirría antes de apagarse y deja paso a las ambulancias que dan vueltas en busca de su tesoro de carne y hueso rotos.


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