miércoles, 3 de mayo de 2017

Plan Renove.



            No me interesa la personalidad, me refiero a la propia. No me gusta rendir culto a mis huesos entumecidos y músculos bajos de forma. Sé que no me la llevaré bajo tierra, que su pictórica estructura llena de matices no es duradera ni fiable. Por eso me conformo con coger de aquí y de allí para ir aliñando el plato de un carácter gris y flexible, pareciendo el mismo a ojos de quien no mira más que la carcasa, el gesto ensayado y los tics familiares. ¿Una hoja al viento? Mejor un junco. Son tantas las reencarnaciones que no me encariño con las peculiaridades de la mente aunque quiera. Media vida llenando de objetos la casa, y la otra media vaciándola para dejarla como estaba. La casa y sus ecos, las paredes. Dicen que en el desierto no hay ecos. Los límites son útiles un determinado tiempo, luego se cambian, por probar nuevas versiones y maneras de decir lo mismo. Es complicado saber cuándo estamos para la chatarra, cuándo ha llegado la hora de aceptar otra oferta, aunque hay pistas: cuando no eres capaz de extraer un jugo nuevo de cada beso, cuando las nostalgias pueden con las expectativas, cuando la ilusión de los otros te hace bostezar, cuando te levantas agotado, con la sensación de haber soñado lo de siempre, cuando te quedas en blanco ante la tragedia, ante la belleza, cuando no suena el teléfono o si suena lo dejas que se apague solo, cuando prefieres la penumbra en las habitaciones que dan al sol, cuando escribes en vez de vivir, cuando le arrancas de cuajo la fe a un testigo de Jehová que se confundió de puerta, cuando el futuro es un bien que no te interesa poseer, cuando el amor no es razón suficiente para mantener el engaño, cuando no te preguntas dónde va el agua del río, cuando en Internet sólo consultas las esquelas, cuando las noticias de hoy ya las habías oído, cuando acudes a las fiestas con un protector de pantalla, cuando un niño se aleja de ti movido por un miedo irracional, cuando una mujer siente lástima ante tu erección a media asta, cuando los viejos te llaman viejo, cuando empiezas a fumar sólo porque en las cajetillas pone que te puede matar.


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