—
¿Qué tal todo?
—
Estamos pasando una mala racha, ahora mismo tenemos al hijo mayor ingresado con
neumonía y...
—
Bueno, tengo prisa, que sigáis así de bien.
Cuando no escuchamos, las buenas
maneras son groseras, la confusión salpimienta las relaciones humanas. Hablamos
para nosotros mismos, pensamos en qué decir mientras hacemos como que atendemos
al otro, nos quitamos de encima al prójimo hasta que le necesitamos y usamos
para luego desechar. Puede ser hiriente y desalentadora la convivencia cuando
las personas sospechan que el universo es injusto con ellas. Sin unos
requisitos mínimos de fortuna, no se te ocurra vivir, ahí fuera sale siempre
cruz.
Las noches están llenas de gente que
vuelve sola a casa conociéndose un poco mejor, pero nunca lo suficiente.
Antes de la desolación está la
posibilidad del crimen, una acción donde la empatía debe ser abandonada para
exigir atención a través del miedo. La sociología moderna te perdonará, dirá
que es culpa de un entorno hostil y agresivo. Aprovéchate de los buenistas y de
los bonistas. Que te aproveche.
Los motivos del crimen en ocasiones
son contradictorios, difusos, irracionales; los medios estuvieron ahí como si
alguien manejara la escena y la forma de ejecución ya depende de la creatividad
personal. Pero otras veces sólo es una pulsión, destructiva o autodestructiva.
Y punto. En este caso, punto final.
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