Los trámites administrativos inventan una concepción del tiempo que desespera al usuario obligado a vivir pendiente de ese ritmo. "Si te mueves rápido rompes cosas", debe pensar la burocracia que me rompe las pelotas con su parsimonia de día hábil. Espero, relleno impresos, sigo esperando; falta una firma, falta un sello, falta un número. En otra ventanilla, a un kilómetro de ésta, me urgen a que acuda con el documento solicitado. Soy recadero sin sueldo entre las distintas administraciones autistas. De vez en cuando te toca una muchacha funcionaria que te sonríe antes de mandarte a casa con las manos vacías. Y te vas casi agradecido. Soy generoso con quienes nada me piden, aunque nada me den. Es la era de la digitalización y manejo más papeles que nunca. Me llamarán, me escribirán un mail, me tendrán en cuenta en sus sueños. Y les creo porque no me queda otra. Con mi dinero igual me compro un monte con cueva y me hago anacoreta, borro mi nombre de cualquier archivo público y privado, desaparezco. Hace falta ser muy rico para algo así. No me gusta dejaros solos. Escapar a los trámites administrativos es la petición principal de mis oraciones. "Pase de mí este cáliz". Kafka es el santo y mártir al que pido intercesión. Él sabe de nuestros padecimientos.
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