miércoles, 2 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -58

 


Los lugares huelen a sus habitantes actuales y pasados. Hay en ellos una presencia que se palpa, directamente proporcional a la fuerza del espíritu que los pobló, usó, convivió, expresó. Las personas suenan al ritmo de los objetos que les acompañan en su cotidianidad como una prolongación del estribillo. Lo material, ese limbo del que quiero salir para no volver, va tomando más importancia en mi imaginario. Las formas pueden servir para alejarnos tanto como para acercarnos, pero en sí mismas está la gracia de lo inmaterial y se lo reconozco y aprecio, aunque durante un rato, no sé, ¿80 años?  para qué dejar que la forma se deforme. Se me ha caído la urna de cerámica con forma de pirámide. Se ha roto, han quedado al aire tus cenizas, sin pudor alguno, provocando. Los objetos conviven con la vida y la muerte al mismo tiempo porque no entienden de tiempos. Hasta los relojes ignoran sobre la mercancía que venden. He recogido las cenizas y he pegado con cola de impacto la pirámide. No dejaste últimas voluntades porque tenías la voluntad de no dejarnos, pero tus cenizas no son suficiente compañía.


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