miércoles, 23 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -77

 


Este barrio es como los demás, fragmentado de escenas descabelladas, con baldosas intrigando para dislocarte hasta el hueso de la risa, con zapatillas de marca colgando de las ramas de los árboles, perros de dos patas con capirotes de penitente paseando por medio de la calzada, con prejubilados de banco borrachos recordando cuando concedían hipotecas por el 110% de la compra. Si los fracasados volaran, este barrio sería un aeropuerto internacional. Te tropiezas con raperos tartamudos, rateros que manejan tres idiomas, putas vírgenes, comercios que fían sin fiarse. El anticristo se ha reencarnado, y qué, nadie es más que nadie a la hora de llamar la atención. En este barrio, en cuanto los niños se destetan, ya sueñan con largarse de aquí. En cuanto aprenden a andar, ya sueñan con correr y no parar hasta el otro lado del mapamundi. Guerras de letras con las gorras y txapelas del revés, bertsos denominación de origen contra los latinos y su spanglish. Cada vez que algún emprendedor abre un negocio en este barrio, las carcajadas se oyen en la asociación de sordos sita en la calle Catahuevos. Los conductores de sillas de ruedas compiten con los Roller skaters. La policía multa vía satélite. Cuántos abortos llevas. Ya seríamos familia numerosa, de las de antes. Si alguien te abraza te está quitando la cadena del cuello, si alguien te llega por detrás te está estrangulando con la cadena de tu cuello. En este barrio quedan pocas cadenas al cuello y muchos antros de segunda mano, que suelen ser de quinta. Los que hablan con nostalgia y romanticismo de este vertedero son los que consiguieron escapar de él. A quienes se fueron, los odiamos y envidiamos a partes iguales; pero que no vuelvan, no queremos aquí a triunfadores, a traidores.


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