viernes, 25 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -97


 

Nadie puede oír sus gritos. Le interesan las personas de una en una. Si vienen en manada, huye y se esconde. Sabe que si tienen hambre en medio del paisaje ignoto, y la comida escasea, morderán con delectación sus sabrosos muslos. No está dispuesto a ser plato principal de un ágape desesperado. El coste de la supervivencia suele ser muy alto para los débiles. Mucha dieta, mucha dieta, pero a la hora de la verdad, se abalanzan sobre las partes blandas de uno sin hacer ascos al exceso de proteína animal, con perdón. Nació con el viento en contra, es un antihéroe que construye armarios de los que no poder salir. Da miedo, pero más miedo da el vasto paisaje: frío, inhóspito, con una preocupante ausencia de criaturas que alimenta la imaginación del pusilánime. Los expedicionarios salen a buscarse un sitio en la historia, en el imaginario popular, en el anecdotario de un país con necesidad de leer novelas de caballería con caballeros descalabrados. El nómada busca tesoros inexistentes en escenarios múltiples. Pero él cree en el inmovilismo, en pase de mí este cáliz y cualquier otro cáliz. El es un señor gris aunque vista de azul. El no quiere oír los alaridos de los osados aventureros, él grita hacia dentro como el planeta que respeta a sus moradores. La sangre es escandalosa, sobre todo cuando tiñe una superficie helada o nevada y el horizonte no da pistas de dónde fueron a parar ni la víctima ni el verdugo. ¿Quién, sin aspirar al cielo, esta tierra podría soportar?


No hay comentarios: