viernes, 8 de abril de 2022

La danza del espacio infinito -109

 


Rubén acaricia a los perros y ayuda a los ancianos con las bolsas del supermercado. Rubén trabaja a tiempo parcial reponiendo máquinas de bebidas en aeropuertos y estaciones de tren. Rubén cuida los fines de semana de su padre inválido y amargado. Rubén parece un hombre gris dispuesto a desaparecer sin hacer ruido en las mentes de los demás. Pero Rubén da miedo. Su mirada húmeda a veces parece ver cosas donde no las hay, sus frases son carámbanos punzando una conversación, su andar es torcido y sus paradas son preámbulo de tormenta. Rubén acepta encargos. Por cien mil consigue que parezca un accidente. No suele hablar de sus encargos, pero sé que los hace y que cuando acaba la faena me llama para tomar un café americano y una copa de coñac. Hablamos de la NBA, de fútbol americano y de las series de la cadena HBO. Rubén, cuando ha liquidado a algún tipo, da menos miedo. Parece más tranquilo, como si se hubiera tomado la medicación. Rubén tiene una casa de dos plantas a las afueras de la ciudad. Su padre hizo dinero. Un día me contó que por las noches coge un libro de novela negra y según va pasando las hojas, las va arrancando y tirando a la papelera. Cuando llega al final, ya no queda más que la cubierta y la contracubierta. Cuando lee asimila y destruye a partes iguales. Lee por enriquecer las posibilidades de su segundo trabajo, por inspirarse. Y no deja huellas. En ocasiones mete la cabeza en la bañera llena de agua hasta el borde. Juega a ver qué se siente justo antes de dejar de sentir. Lo hace también por trabajo, para recabar información. Rubén da mucho miedo si lo piensas bien, pero cuando estoy con él me trasmite tranquilidad, como si supiera algo que los demás ignoramos. Rubén es como un enterrador que no pudo enterrar a su mujer cuando murió en un incendio provocado por un extraño. Rubén elimina desconocidos tras petición formal. Asombra la cantidad de personas que necesitan quitarse a alguien de en medio. Hay más demanda que oferta. Y Rubén cobra como dios manda, sin IVA. Rubén es bueno en lo suyo, en reponer bebidas de las máquinas y en lo otro. Tiene dos móviles, claro. Tiene dos identidades, por supuesto. Yo solo conozco a Rubén, el hombre que pasa las noches en vela.


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