domingo, 25 de junio de 2023

El ama de las llaves-1

 


No recuerda cuándo fue la última vez que pudo decir <<no tengo nada que hacer>>. El palacio es un mundo en el mundo que exige dedicación completa, laboriosidad y fervor palaciego. Declara a quienes se preocupan por ella que le gustaría descansar, pero ha de reconocer que no sabría a qué dedicar ese descanso. Para ella, su labor interminable en palacio es su vida, lo que da sentido al universo creado desde su particular punto de vista. Es una mujer total: capaz de resolver asuntos caseros como atender con exquisito cuidado la estancia de cientos de personas de variada condición. Entiende a la gente con solo echarles un vistazo. Es el resultado de su amplia experiencia durante treinta años de profesión en el trato humano. Hace tiempo descubrió que la gente adopta posturas intelectuales y emocionales condicionadas siempre por un miedo que subyace, el miedo que provoca el tener aspiración de superhombre con naturaleza de gusano. Los hombres aspiran a la posteridad mientras una diarrea les postra en la letrina de estilo japonés. Juzga, aunque no lo exterioriza. No es apropiado en su papel. Solo constata hechos repetidos obstinadamente. Para ella, cualquier delegación, cualquier visita, cualquier mandatario o cualquier personal diplomático son lo mismo. Todos deben ser tratados con el mayor esmero. Celeste se ha hecho imprescindible. Ella es la cara que recibe y despide, la mente que organiza y soluciona, el corazón que posibilita la pujanza vital de palacio. Y este es su hogar, todo su mundo: una construcción de estilo neoclásico del siglo diecinueve. El exterior está rodeado de cuidados jardines, senderos maravillosos y un lago artificial donde las visitas pasean en barca. El interior, de estilo georgiano, cuenta con destacadas escayolas con incrustaciones de lapislázuli. Hay disponibles en palacio 120 habitaciones, todas decoradas al detalle. Los muebles son de estilo francés. Seis magníficos salones: tres de reuniones y ceremonias, uno de baile, y dos comedores para agasajar a invitados, son el centro de la vida social. En las paredes cuelgan cuadros de Antón Van Dyck, Rubens y Vermeer. Las  cocheras, dependencias para el servicio, las cocinas y capilla, forman parte del trajín diario de este submundo dentro del mundo. Muy numeroso es el personal que trabaja en palacio. Celeste se jacta de conocer por su nombre de pila a los habituales. Muchos eventuales van y vienen por cuestiones puntuales. A todos ellos los trata con la consideración que se merecen y todos saben quién es Celeste, la ama de las llaves, la encargada de mantener engrasado el mecanismo palaciego.  



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