Eres un cofre de oro con perlas en los remaches, con cintas de cuero repujado como adorno en el cierre. La funcionalidad del cuerpo con sus cinco ventanas lo llena de baratijas, de proyecciones, de miedos y deseos. Temes a la muerte porque ésta consiste en vaciar el cofre. Cuando se vacía, descubres el fondo dorado (siempre ha estado ahí) y una paz inmensa te recibe como tu hogar.
¡Cómo amas la verdad no manifestada!, ¡cómo amas la verdad manifestada!, ¡cómo te cuesta mantener la manifestación estable en la verdad! ¡Cómo se convierte la manifestación en obstáculo para la verdad! ¡Cómo vuelven a la unicidad verdadera la multiplicidad de manifestaciones! ¿Cómo ocurre la comprensión de que estas fases en realidad no existen?
Iluminas cada pensamiento, cada movimiento, cada emoción, cada experiencia, cada sensación, cada objeto, cada tiempo. Sin ti no hay nada: ni mundo, ni dios. ¿Por qué buscas la iluminación si eres la luz? ¿Por qué tienes miedo si eres intocable por aquello que tocas? ¿Qué puedes desear más allá de la inmensidad de ti mismo?
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