Si supiera cómo se hace, resetearía
el disco duro de mi cerebro para salir a la calle con la mirada de un recién
nacido embutido en cuerpo de adulto. El mundo es como una de esas heladerías de
ahora que ofrecen mil sabores distintos. Estoy harto de pedir siempre el de
avellana. El campo de juego es amplio y me he acomodado a jugar sólo por una
banda. Así se muere uno, no me extraña. Pero desconozco cómo se cambia sin
dejar de ser el mismo. Las formas se han hecho con la identidad sin que ésta
proteste. Hace tiempo que no estrello un plato contra una pared. Va siendo hora
de la violencia, de despertar al sonámbulo que me habita sin pagar alquiler,
con la misma tristeza de una lámpara encendida en plena mañana de verano. Falta
luz en la luz. No conozco una casa con la amplitud de ventanas suficiente para
captar ese mundo que respira ahí fuera: fogoso, sublime, engrandecido a pesar
de nuestra preferencia por las sombras. Fuera persianas, cortinas, marcos y
puertas. Fuera, todos fuera. Somos abiertos al exterior o camarote sin
respiradero. A elegir. Si supiera cómo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario