No llevas la cuenta en un cuaderno de anillas, pero tu cuerpo sí sabe que has dedicado muchas horas de esfuerzo exclusivo a la perfección del ejercicio, el cual has repetido miles de veces hasta ser capaz de ejecutarlo dormido. Hoy es el día que los demás podrán ver y valorar el fruto de tu trabajo desarrollado en solitario. El jurado no quiere saber de penurias ni renuncias. Solo el resultado es visible. Es el día. Los héroes no se manifiestan en las segundas opciones. Quién lo ha invitado, por qué precisamente ahora llega el tropiezo. Nadie lo sabe. Te levantas, sonríes con dificultad y sigues hasta el final, aunque la suerte ya está tirada por el suelo. El azar esquivo se va en busca de otro a quien favorecer. Las circunstancias se conjuran para dejarte con cara de incredulidad. La injusticia es sarcástica.
Mañana tendrás que retomar el trabajo, empezar de cero, proyectarte hacia el futuro en busca de otro objetivo. Pero ya no eres el mismo, el que creía que a los buenos les pasaban cosas buenas, que al sacrificio le correspondía siempre una recompensa. ¡Se dan tantas ocasiones para rendirse, que es de locos perseverar!
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Luz
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